Él es un piloto que enciende pasiones dentro y fuera de la pista. Con una sonrisa cautivadora y una mirada que desarma, sabe el efecto que tiene en los demás... y lo disfruta. Pero cuando te conoce, algo cambia. Tú no eres como el resto; no caes en...
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La noche ya se había desatado en Las Vegas, y me encontraba frente al espejo, admirando mi reflejo. El vestido largo color crema, con toques brillantes que reflejaban las luces de la habitación, ajustado a mi cuerpo de manera perfecta, me hacía sentir poderosa. El diseño era simple, pero tenía algo en él que me hacía sentir especial. El escote en el cuello dejaba mis hombros al descubierto, y los detalles del vestido me hacían sentir como una estrella. Me maquillé con cuidado y dejé mi cabello ondulado, tal como me había gustado últimamente. Al final, me rocié un poco de perfume, el que siempre me daba seguridad.
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(REFERENCIA DE VESTIDO, MAQUILLAJE Y PELO)
A los pocos minutos, Franco apareció. La puerta se abrió y lo vi, perfectamente vestido: camiseta negra un poco desabotonada, unos pantalones de vestir que le quedaban fenomenal. A pesar de su simpleza, su estilo era impecable. Sonrió al verme.
—¿Todo listo? —preguntó, observándome.
Asentí, viéndolo con una sonrisa.
—Sí, ¿y tú? Estás increíble. —Mi voz sonó suave, pero franca, como si no pudiera evitarlo.
Franco rió mientras hacía una reverencia exagerada.
—¿Vas a dejarme solo o también me vas a felicitar? —dijo con tono juguetón, y me dio un beso en la mejilla.
Ambos sabíamos que la noche iba a ser increíble. Habíamos alquilado un coche elegante para llevarnos al lugar, y cuando llegamos, la fiesta estaba llena de energía. La música sonaba fuerte, la gente reía y bailaba, y la emoción de Las Vegas se sentía en cada rincón. Saludamos a algunas personas, entre ellas a Max Fewtrell y su novia, quienes nos recibieron con gran entusiasmo.
Pero pronto, nos encontramos con Lando, quien ya estaba disfrutando de su noche. Al verlo, la sensación de tensión aumentó, como si todo se volviera más real, más eléctrico. Con una sonrisa, nos invitó a su mesa VIP.
—¡Vamos, chicos! ¡Tienen que unirse! —dijo, animado.
Nos dirigimos a la zona privada, donde la música seguía sonando fuerte, pero la conversación fluía más fácilmente. Nos sentamos y comenzamos a charlar. Todo parecía perfecto. Pero algo cambió cuando la música se convirtió en reggaetón, y la canción "Yo voy" de Zion y Lennox comenzó a sonar. Franco y yo, que la conocíamos bien, nos miramos y, sin decir una palabra, nos levantamos y nos dirigimos al centro de la pista. La energía era contagiosa.
