Vinilos, vino y Willy

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Capítulo XV - Vinilos, Vino y Willy

El sonido rítmico del teclado y el suave zumbido de los equipos en el laboratorio llenaban la sala mientras me inclinaba sobre mis informes, revisando una vez más los avances del Proyecto Génesis. Las cifras eran prometedoras, el esfuerzo de meses comenzaba a rendir frutos, pero después de cuatro horas sin moverme de la silla, mi espalda protestaba con un dolor punzante. Suspiré, dejé el bolígrafo sobre la mesa y decidí que era hora de tomar un respiro.

De regreso en casa, me encontré con Willy, quien estaba organizando algunos papeles en la cocina. Lo miré con una sonrisa cansada y le propuse que saliéramos a almorzar. Siempre sabía cómo hacerme sentir mejor, y la idea de pasar tiempo con él era justo lo que necesitaba. Aceptó con entusiasmo, y en poco tiempo estábamos en camino hacia un restaurante italiano que ambos adorábamos.

El lugar era acogedor y lleno de encanto, con paredes de ladrillo expuesto decoradas con fotografías en blanco y negro de la costa Amalfitana. Un suave aroma a albahaca, ajo y vino tinto llenaba el aire, mientras que una melodía italiana clásica se escuchaba de fondo, creando una atmósfera cálida y relajante. Nos acomodamos en una mesa junto a una ventana, desde donde se veía la calle empedrada y algunas macetas colgantes que daban un toque pintoresco al entorno.

Ambos pedimos nuestras comidas favoritas: pizza margarita para mí y risotto al funghi para Willy. Mientras esperábamos, la conversación fluyó de manera natural. Willy siempre había sido más que un mayordomo; era mi confidente, mi amigo y, en muchos sentidos, la familia que elegí. Le comenté, entre risas, que no tenía idea de cómo sobreviviría sin él. Él, como siempre, restó importancia a sus méritos, pero era evidente que disfrutaba del cumplido.

Después de un par de copas de vino, la conversación giró hacia Karla. Le mencioné lo mucho que me gustaría incluirla en nuestro próximo viaje a Italia. Willy, siendo italiano de corazón y alma, me respondió con entusiasmo, asegurándome que sería una excelente idea. Luego, sin que se lo pidiera, comenzó a hablar de Karla. Lo hacía con una sinceridad que me conmovió: mencionó su inteligencia, su calidez y cómo parecía traer un equilibrio a mi vida que no había visto en mucho tiempo. Escuchar eso me hizo sonreír. Sabía que Willy no era de los que regalaban elogios fácilmente.

El ambiente se volvió más relajado cuando le confesé que estaba un poco triste porque Karla no estaría para mi cumpleaños. Willy, con su habilidad casi mágica para cambiar mi ánimo, me miró con complicidad y dijo:
—Nada de caras largas, signorina. Sé exactamente lo que necesitamos para arreglar este día.

Con esa frase, el almuerzo tomó un giro inesperado. Me entregué al plan de Willy sin saber a dónde me llevaría, y cuando terminamos de comer, le entregué las llaves del auto. Condujo directamente a una pequeña tienda de vinilos en un rincón escondido del centro. El lugar era un paraíso para cualquier amante de la música, con estanterías repletas de discos que iban desde clásicos del jazz hasta rarezas de rock progresivo. Pasamos horas explorando y exageramos terriblemente con nuestras compras, pero no podía importarme menos. Nunca se tienen suficientes vinilos en casa, al menos esa era nuestra excusa.

Con las bolsas llenas de tesoros musicales, creí que el día había terminado, pero Willy tenía otra sorpresa. Nos llevó a una cava cercana, un lugar pequeño y elegante donde los estantes estaban llenos de vinos de las mejores regiones del mundo. No pude resistirme, y él tampoco. Terminamos gastando más de $2000, pero ambos coincidimos en que cada botella valía la pena.

De regreso en casa, mientras organizábamos nuestras compras, me di cuenta de lo agradecida que estaba por tener a alguien como Willy en mi vida. Su forma de entender lo que necesitaba, incluso cuando yo misma no lo sabía, era un regalo en sí mismo. Y aunque mi cumpleaños se acercaba con la ausencia de Karla, me sentí reconfortada sabiendo que tenía a mi alrededor personas que realmente se preocupaban por mí.

Me encontraba en la terraza, disfrutando del aire fresco de la noche y la compañía de un buen libro. Las luces de la ciudad titilaban en la distancia, y el sonido suave de la brisa me ayudaba a relajarme después del día agitado que había tenido. Sin embargo, una ligera inquietud comenzó a colarse en mi mente: no había sabido nada de Karla en todo el día. No era algo raro, considerando su apretada agenda, pero el silencio me hizo extrañarla más de lo habitual.

Con una sonrisa divertida, abrí mi teléfono y revisé las fotos que había tomado en el restaurante italiano con Willy. Había una en particular que me parecía perfecta para enviarle. Willy estaba levantando una copa de vino con una expresión exageradamente seria, y yo aparecía en segundo plano riendo con naturalidad. Adjunté la foto a un mensaje y escribí: "Mi cita de hoy 🍷. ¿Llegaste bien a Inglaterra? ¿Cómo estuvo el vuelo?" Lo envié, confiando en que contestaría tan pronto tuviera un momento libre.

Pasó una hora y mi mensaje seguía sin respuesta. Traté de no pensar demasiado en ello; Karla siempre tenía mil cosas en la cabeza, y sabía que el cambio de horario complicaba las cosas. Sin embargo, una parte de mí no podía evitar mirar de reojo la pantalla del teléfono, esperando que se iluminara. Finalmente, cuando decidí rendirme y prepararme para dormir, mi paciencia fue recompensada: el teléfono vibró suavemente sobre la mesita junto a mi sillón. Era Karla.

Sonreí antes incluso de abrir el mensaje, casi aliviada. Había respondido a la foto con un emoji de carcajada y escrito:
"Tu cita se ve de lo más elegante, ¿no le compraste flores? 😏"

Le respondí rápidamente: "Las flores son para alguien más especial. 😉"

Luego siguió explicándome su día:
"El vuelo tuvo escala en Florida, y estuve dos horas en el aeropuerto sin internet, fue una pesadilla. Pero ya estoy instalada, finalmente pisé tierras británicas. Me encanta el hotel, aunque no he tenido tiempo de explorarlo. Espero que tu día haya sido más relajado que el mío."

El mensaje estaba acompañado de una foto que hizo que mi corazón diera un vuelco. Era un selfie de Karla frente al espejo de su habitación de hotel. Llevaba una camiseta de tirantes sencilla y un pantalón cómodo, su cabello negro algo alborotado por el viaje. Se veía cansada, pero con una belleza natural que me dejó sin palabras por unos instantes.

Le escribí de vuelta: "Te ves increíble incluso después de un día tan agotador. Descansa bien, Kar, y no olvides comer algo decente mañana. Te extraño."

Ella respondió rápidamente: "Gracias, cariño. Prometo cuidarme. Yo también te extraño. Buenas noches. ❤️"

Apagué la pantalla del teléfono con una sonrisa en los labios y me dirigí a mi habitación. Aunque la distancia nos separaba, esas pequeñas interacciones me hacían sentir que seguíamos conectadas de una manera única.

Ptt: Por favor déjenme saber sus opiniones, gracias. 

El baile de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora