Capítulo VII - Cuatro años atrás...
La primera vez que vi a Silvia Pritch fue en una reunión de bienvenida para los nuevos empleados. Yo llevaba apenas unos meses en la organización, aún aprendiendo a moverme en un entorno tan demandante y competitivo. Silvia, por otro lado, parecía tener el mundo bajo control. Su cabello dorado, recogido en un moño suelto, y su mirada decidida la hacían destacar en la sala. Estaba allí como parte del equipo ejecutivo, una mujer recién divorciada que, según se rumoreaba, se estaba reinventando a sí misma. Claramente era mayor que yo, pero eso no era un inconveniente para mi.
Nuestro primer encuentro real ocurrió durante un almuerzo casual en la cafetería de la organización. Nos sentamos juntas por pura coincidencia, pero la conversación fluyó con una naturalidad que no había experimentado en mucho tiempo. Silvia tenía un hijo pequeño, a quien adoraba, y yo no podía dejar de admirar su fortaleza al balancear su vida personal y profesional.
La atracción fue instantánea. No se trataba solo de lo físico, sino de la conexión emocional que creció rápidamente entre nosotras. Pronto comenzamos a pasar más tiempo juntas: trabajando en proyectos, compartiendo cafés después de largas reuniones, y eventualmente, en citas secretas fuera del trabajo. Todo era intenso, apasionado, pero cuidadosamente oculto.
Silvia tenía miedo. A pesar de lo que sentía por mí, no estaba lista para salir del clóset. Su divorcio aún era reciente, y temía que su familia, sus colegas e incluso su hijo la rechazaran. Yo, en cambio, estaba completamente enamorada. Quería gritarlo al mundo, tomar su mano en público, compartir nuestras vidas sin restricciones. Pero con cada gesto furtivo, con cada momento robado, sentía que nos alejábamos de lo que realmente queríamos ser, o al menos de lo que yo quería que fuéramos.
Un día, después de casi tres años juntas, no pude seguir ignorando lo que sentía. Planeaba pedirle matrimonio; incluso había visto anillos. Pero antes de hacerlo, decidí hablar con ella. Nos encontramos en mi casa, donde le expresé todo: mi amor, mis planes, pero también mi necesidad de vivir una vida auténtica. Silvia se quedó en silencio por lo que pareció una eternidad. Finalmente, con lágrimas en los ojos, me dijo que no podía hacerlo.
—No estoy lista, Sarah. No sé si alguna vez lo estaré.
Fue el final. La relación terminó, no porque no nos amáramos, sino porque no podíamos amarnos de la manera en que la otra necesitaba. Quedamos en buenos términos, pero el vacío que dejó en mí tardó mucho en sanar. Aún así, nunca la odié y nunca podría. Silvia había sido una parte importante de mi vida, pero también era un capítulo cerrado.
De vuelta en el presente, terminé de contarle la historia a Matthew, quien permaneció boquiabierto durante todo el relato.
—Wow... eso es bastante intenso. Pero déjame decirte algo, Sarah. Eres valiente. No todo el mundo tiene el coraje de poner sus necesidades primero, especialmente cuando amas a alguien tanto como tú a Silvia.
Sonreí, agradecida por sus palabras.
—Gracias, Matt. No me arrepiento, pero tampoco puedo decir que fue fácil.
Entonces, recordé mi almuerzo con Karla y decidí mencionárselo.
—Por cierto, esta mañana fui a almorzar con Karla. Fue para invitarla a la inauguración del proyecto este viernes.
—¿En serio? —Matthew se acomodó en el sillón con interés—. Bueno, yo también voy a estar ahí.
Su comentario me tomó por sorpresa, pero antes de que pudiera decir algo, Matthew frunció el ceño, pensativo.
—Un momento... ¿Ahí va a estar Silvia también, verdad?
La realización me golpeó como un balde de agua fría. Mi ex y Karla, el amor de mi vida, en el mismo lugar.
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El baile de las almas perdidas
RomanceEn un mundo donde el éxito profesional parece ocuparlo todo, Sarah y Karla, dos mujeres apasionadas y brillantes, se reencuentran por casualidad tras años de distancia. Sarah, una microbióloga de porte elegante, y Karla, una profesora que ahora tamb...