Capítulo - Italia pt.1
El día finalmente llegó: nos íbamos a Italia. Era un viaje que había imaginado tantas veces en mi mente, pero no había tenido tiempo de procesar por completo. Durante la última semana, Sarah y yo apenas habíamos cruzado palabras. Su trabajo la había absorbido, y yo estaba lidiando con mi propia montaña de responsabilidades. Sin embargo, el anhelo de verla y compartir este viaje juntas había estado latente en cada momento.
Estaba ajustando las últimas cosas cuando la puerta del penthouse se abrió, y ahí estaba ella. Sarah, con esa presencia que siempre logra que mi mundo se detenga, cargaba su bolso de mano y sonreía con esa mezcla de cansancio y emoción que tan bien conocía. Pero lo que realmente me dejó sin palabras fue su cabello: había cortado su melena hasta los hombros. Fue un cambio tan repentino, tan inesperado, que me quedé congelada por un momento.
Mi mente se llenó de pensamientos caóticos. "¿Cuándo decidió hacer esto? ¿Por qué no me dijo nada? " El nuevo corte le daba un aire más fresco, más relajado, y resaltaba su cuello, sus pómulos, su elegancia natural.
—¿Qué tal me veo? —preguntó Sarah, rompiendo el silencio con un tono juguetón, aunque había un leve rastro de inseguridad en su voz.
Antes de que pudiera responder, Willy, siempre tan eficiente, tomó la iniciativa.
—Voy bajando las maletas al auto. Nos vemos abajo —dijo, dejándonos a solas en el pasillo.
La puerta apenas se cerró detrás de él cuando decidí aprovechar el momento.
—Vaya, doctora Vidal... —dije, acercándome lentamente mientras cruzaba los brazos, fingiendo estudiarla con detenimiento—. ¿Este nuevo look es para mí, para Italia, o estás intentando que los paparazzi te confundan con una estrella de cine?
Sarah rodó los ojos, pero una sonrisa nerviosa apareció en sus labios.
—Tenía ganas de un cambio —respondió, evitando mi mirada mientras se ajustaba el reloj en la muñeca, un gesto que delataba su nerviosismo.
Me acerqué más, acortando la distancia entre nosotras hasta que pude sentir el leve aroma de su perfume. Incliné la cabeza ligeramente, como si estuviera examinándola con detalle, y luego susurré:
—Un cambio arriesgado... pero debo admitir que no puedo apartar la vista.
Sarah soltó una risa suave, pero noté el leve rubor en sus mejillas.
—Karla... —murmuró, intentando sonar seria, pero su tono era más divertido que otra cosa.
—¿Qué? —pregunté con un toque de inocencia, mientras levantaba una mano y deslizaba mis dedos suavemente por la línea de su cabello recién cortado—. Solo estoy apreciando el arte. ¿Te lo hicieron en un salón o contrataste a un escultor?
Sarah soltó una carcajada, y por un instante, el cansancio en su rostro se desvaneció. Me encantaba verla así, ligera, despreocupada.
—Eres imposible, ¿lo sabías? —respondió mientras negaba con la cabeza, pero su sonrisa no desapareció.
—Y tú eres hermosa, incluso con cambios que no avisas. —La última frase salió más suave, más sincera, casi sin darme cuenta.
Sarah me miró a los ojos entonces, y por un momento, no hubo palabras, solo esa conexión que siempre parecía surgir en los momentos más simples.
—¿Lista para Italia? —preguntó finalmente, con un brillo en los ojos que me dejó sin aliento.
—Lista para cualquier cosa, siempre que estés conmigo —respondí sin pensarlo, y su sonrisa se volvió aún más luminosa.
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El baile de las almas perdidas
RomanceEn un mundo donde el éxito profesional parece ocuparlo todo, Sarah y Karla, dos mujeres apasionadas y brillantes, se reencuentran por casualidad tras años de distancia. Sarah, una microbióloga de porte elegante, y Karla, una profesora que ahora tamb...