Italia pt2: Fontana

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Capítulo - Italia pt2: Fontana

Finalmente aterrizamos en el aeropuerto de Roma. Después de un vuelo tranquilo, me giré hacia Sarah, quien aún dormía profundamente, su cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Su cabello corto caía en mechones suaves, y la serenidad en su rostro me hizo dudar por un momento si debía despertarla. Pero el murmullo creciente del avión que se preparaba para el desembarque no me dejó alternativa.

—Sarah, cariño, hemos llegado —susurré, tocando suavemente su brazo.

Sarah abrió los ojos lentamente, parpadeando un par de veces antes de sonreír con sueño. Estiró los brazos con elegancia, como si cada movimiento fuera calculado para parecer perfecto, y finalmente se levantó. Salimos del avión y atravesamos el aeropuerto, nuestras maletas rodando detrás de nosotros. Willy nos seguía de cerca, luciendo su característica expresión neutral, pero con un destello de emoción en los ojos.

Al salir de la terminal, un hombre alto y robusto con una sonrisa amplia nos esperaba. Tenía un cabello salpimentado, perfectamente peinado, y un porte que irradiaba carisma. Era Francesco, el amigo italiano de Sarah y dueño del hotel en el que nos alojaríamos.

Sarah! Bella! Finalmente ci incontriamo! —exclamó Francesco, abriendo los brazos para abrazarla.

Sarah le devolvió el gesto con una sonrisa radiante.

Francesco, sei un tesoro. È così bello vederti! —respondió ella en un italiano fluido, que me dejó algo sorprendida.

Después de presentarnos, Francesco nos llevó al auto y comenzó a conducirnos hacia su hotel, que, según él, era un lugar especial reservado para personas especiales. Al llegar, quedé boquiabierta.

El hotel era un antiguo palazzo del siglo XVIII, restaurado con un gusto exquisito. Sus columnas de mármol blanco resplandecían bajo la luz cálida de los faroles, y los balcones estaban adornados con flores frescas que caían en cascadas de colores. En el interior, el vestíbulo era una mezcla perfecta de historia y modernidad, con candelabros de cristal que iluminaban el techo abovedado, paredes cubiertas de frescos renacentistas y muebles minimalistas que daban al lugar un aire elegante pero acogedor. El aroma a jazmín y cedro flotaba en el aire, añadiendo un toque de serenidad al ambiente.

—Es impresionante, ¿no crees? —me susurró Sarah mientras observaba mi expresión de asombro.

—Es más que impresionante, es como un sueño. —No pude evitar mirarla, preguntándome cómo su vida parecía siempre estar llena de maravillas como esta.

Francesco nos acompañó hasta nuestra habitación, una suite con ventanales enormes que ofrecían una vista panorámica del río Tíber y las luces centelleantes de Roma. La habitación estaba decorada en tonos dorados y blancos, con un enorme dosel sobre la cama y un balcón privado que parecía un cuadro de ensueño.

Mientras desempacábamos, pensé que finalmente podríamos descansar después del largo viaje. Me senté en el borde de la cama, quitándome los zapatos, cuando Willy apareció en la puerta, luciendo inusualmente animado.

—Señorita Sarah, ¿está lista para el paseo nocturno? —preguntó con entusiasmo, ignorando por completo mi expresión de agotamiento.

Sarah, que parecía haber recargado energías con su siesta en el avión, se giró hacia mí con una sonrisa cómplice.

—Vamos, Karla. Roma nos espera.

Antes de que pudiera protestar, Francesco apareció detrás de Willy, con su usual porte elegante y una sonrisa encantadora.

El baile de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora