Florencia

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Capítulo - Italia pt.6: Florencia
Narrado por Willy

A veces creo que la vida con Sarah es como estar atrapado en una película: todo parece más grande, más brillante, más lleno de sentido. Esa mañana, mientras el tren serpenteaba por los campos de la Toscana en dirección a Florencia, no podía evitar observarla desde mi asiento. Sarah estaba absorta en su libro, el rostro iluminado por la luz del sol que entraba por la ventana, su nuevo corte de cabello le daba un aire aún más elegante, más sofisticado. Y yo, bueno, yo estaba ahí, como siempre, a su lado, aunque en esta ocasión ella no estaba sola. Karla dormía con la cabeza recostada en su hombro, su rostro sereno, como si todos los problemas del mundo hubieran quedado atrás.

La relación entre esas dos me fascina y, aunque nunca lo admitiría en voz alta, también me inquieta. No porque dude de ellas, sino porque sé cuánto le importa Karla a Sarah. Nunca la había visto así con nadie, tan protectora, tan atenta, y eso, viniendo de alguien como Sarah, es todo un espectáculo.

—¿En qué piensas, Willy? —me preguntó de repente, sin apartar la vista de su libro.

—En ti, claro —respondí con mi mejor sonrisa de hombre despreocupado.

Ella rió suavemente, esa risa que siempre me hace sentir como si hubiera ganado la lotería de la vida.

—¿Te preocupa algo? —insistió, cerrando el libro y mirándome directamente, como si pudiera leer mi mente.

—¿Debería? —respondí, desviando la mirada hacia el paisaje que pasaba rápidamente por la ventana. Los campos de girasoles, las colinas ondulantes, todo parecía sacado de un cuadro.

—No. Pero sé que algo ronda tu cabeza.

Suspiré y me encogí de hombros.

—Solo me pregunto si en algún momento te olvidarás de este pobre mayordomo cuando tengas todo lo que quieres.

Ella me miró fijamente, con esa expresión que mezcla ternura y severidad.

—Willy, deja de decir tonterías. Sabes que eres una de las personas más importantes en mi vida.

Sonreí, pero no dije nada más. Ella volvió a su libro, y yo me quedé observándola, pensando en lo mucho que había cambiado desde que nos conocimos. Sarah siempre había sido fuerte, pero ahora había una suavidad en ella, una humanidad que antes solo se asomaba de vez en cuando.

Cuando llegamos a Florencia, el bullicio de la estación nos recibió como un golpe de realidad. Karla despertó, parpadeando somnolienta, mientras Sarah le ofrecía su mano para ayudarla a incorporarse. Yo cargué nuestras maletas, como siempre, aunque Sarah insistió en llevar una pequeña bolsa.

—No voy a dejar que lo hagas todo, Willy.

—Es mi trabajo —respondí con una sonrisa.

—Y yo soy tu jefa. Así que te ordeno que me dejes ayudar.

—Bien, señorita dictadora. —Hice una reverencia exagerada, lo que provocó una carcajada en Karla.

El viaje en taxi hasta nuestro hotel fue breve, pero la vista de Florencia era suficiente para dejarme sin palabras. Las calles adoquinadas, las fachadas de las casas color terracota, los puentes que cruzaban el Arno... todo parecía respirar historia y romance.

Al llegar al hotel, un pequeño y encantador edificio con vistas al Duomo, Sarah me llamó aparte mientras Karla inspeccionaba la habitación.

—Gracias por todo, Willy. En serio.

—¿A qué viene esto?

—A que nunca te lo digo lo suficiente.

Me quedé en silencio, sorprendido por su sinceridad.

El baile de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora