Rutina

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Cuando Sarah llegó a su trabajo, la rutina de la mañana había quedado atrás, y se concentró de inmediato en la importante conferencia que estaba programada para esa tarde. Se celebraría a las cuatro en el auditorio principal de la organización, donde una multitud de colegas y directivos se reuniría para el anuncio de un nuevo proyecto. Sarah, con su elegante porte y presencia profesional, se dirigió al evento sin imaginar lo que le esperaba.

El auditorio era un espacio amplio y moderno, con paredes revestidas en madera clara y un techo alto adornado con paneles de luz que proyectaban un resplandor cálido. Las butacas, tapizadas en un tono azul profundo, estaban casi llenas, y las conversaciones en voz baja creaban un murmullo constante que llenaba el lugar. En el escenario, un atril de cristal brillaba bajo los reflectores, flanqueado por dos pantallas gigantes que mostraban el logotipo de la organización y las palabras "Lanzamiento del Proyecto Génesis".

El aire estaba cargado de expectativa, un tipo de tensión casi palpable que hacía que cada susurro pareciera amplificado. El director de la organización, un hombre de porte distinguido y voz grave, tomó el micrófono, provocando que el murmullo desapareciera de inmediato. Habló con entusiasmo sobre la iniciativa: un ambicioso proyecto de investigación que prometía revolucionar el estudio de las enfermedades infecciosas. Las palabras "innovación", "líderes globales" y "cambio de paradigma" se destacaron en su discurso, resonando como un eco de posibilidades infinitas.

Entonces llegó el momento que nadie esperaba.

—Es un honor anunciar que la Dra. Sarah Vidal será la líder de este proyecto transformador. —El director extendió una mano hacia el público, sonriendo ampliamente.

Un silencio de asombro recorrió el auditorio, como una ola que detuvo el tiempo por un instante. En la cuarta fila, Sarah, quien había asistido bajo la creencia de que estaba allí solo como invitada, parpadeó varias veces, incrédula. Sintió que todas las miradas se dirigían a ella, como si una luz invisible la hubiera iluminado. Por un momento, su mente se quedó en blanco, y luego, un torrente de pensamientos emergió: ¿Por qué no me avisaron? ¿Cómo no supe nada? ¿Y ahora qué hago?

El silencio fue rápidamente reemplazado por un estallido de aplausos. Algunos asistentes incluso se pusieron de pie para aplaudir con mayor entusiasmo. Sarah, todavía procesando lo que acababa de escuchar, se levantó con elegancia, ajustándose el blazer gris que llevaba. Caminó hacia el escenario, con pasos seguros pero con el corazón latiéndole con fuerza.

Los reflectores la siguieron, destacando su figura imponente y su porte profesional. Desde el atril, miró al público, agradeciendo con una sonrisa medida. Pero detrás de esa máscara de calma, todavía trataba de asimilar la sorpresa.

—Gracias, realmente estoy... sorprendida y honrada —dijo Sarah, proyectando su voz con una firmeza que no reflejaba su desconcierto interno—. Este proyecto representa una oportunidad única para cambiar vidas, y me comprometo a liderarlo con toda la pasión y el compromiso que merece.

Cuando la presentación terminó, las luces se atenuaron y los asistentes comenzaron a dispersarse. Sin embargo, una multitud de personas rodeó a Sarah casi de inmediato, felicitándola con entusiasmo. Entre apretones de manos y palabras de admiración, apenas tuvo tiempo para respirar.

Entonces, entre la multitud, apareció una figura que Sarah reconoció al instante: Silvia Pritch. Vestida con un traje de corte impecable en un tono azul marino, su cabello claro recogido en un moño elegante, y con la misma mirada intensa que Sarah recordaba. Silvia, una de las CEO de la organización... y también su ex.

—Bueno, parece que siempre sabes cómo sorprender, Sarah Vidal —dijo Silvia, acercándose con una sonrisa que tenía una pizca de ironía.

La voz de Silvia tenía un tono mezcla de calidez y formalidad, un recordatorio de la compleja historia que compartían. Sarah la observó con cuidado, analizando cada matiz de su expresión, mientras se ajustaba el anillo en su dedo, un gesto que hacía cuando necesitaba centrarse.

El baile de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora