Birthday sex

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Capítulo XX - Birthday sex

El ambiente en la habitación de Sarah era íntimo, lleno de una tensión cargada que electrizaba cada rincón. Cerré la puerta tras nosotras con un clic suave, que resonó como un eco entre nosotras. Sarah me miró, con esa mezcla de desafío y vulnerabilidad que siempre lograba desarmarme. Pero esta vez, tenía algo claro: no sería yo quien cediera el control. No esta vez.

Me acerqué a ella con pasos seguros, y antes de que pudiera decir algo, la tomé de la cintura y la empujé suavemente contra la pared. Su respiración se aceleró, pero no dijo nada. Su mirada, fija en la mía, era un mar de emociones: curiosidad, expectación, y algo más profundo que solo se reflejaba en sus ojos oscuros.

"¿Así que el vino es el amor de tu vida?" susurré, mi voz baja y casi burlona, mientras trazaba un camino lento con mis dedos desde su cintura hasta su mandíbula. "Hoy quiero que recuerdes quién es la que realmente puede hacerte perder el control, además del vino claro."

Sarah soltó una risa suave, pero antes de que pudiera replicar, mis labios encontraron los suyos en un beso que no daba espacio para juegos. Era apasionado, decidido, y sentí cómo su cuerpo se relajaba y se entregaba bajo mi toque. Deslicé mis manos por sus brazos, llevando sus muñecas arriba y sosteniéndolas contra la pared. "¿Confías en mí?" le pregunté, mi aliento cálido contra su cuello.

Ella asintió, sus ojos fijos en los míos. Era raro verla así: vulnerable, dispuesta a dejarse llevar. Siempre tan fuerte, tan segura, pero en este momento, estaba dispuesta a cederme las riendas, y esa confianza me encendió aún más.

La llevé hacia la cama, pero no dejé que tomara el control, como solía hacer. Antes de que pudiera apoyarse en los codos o intentar adelantarse a mis movimientos, la empujé suavemente hacia el colchón. Me subí sobre ella, mis manos deslizándose por el borde de su suéter de lana. "Esto," murmuré mientras se lo quitaba, "es adorable, pero creo que podemos hacerlo mejor." Ella rió, pero la risa se cortó cuando mis labios trazaron un camino lento y deliberado por su cuello.

"¿Siempre tienes que ser así?" preguntó, con una voz que pretendía sonar desafiante, pero que temblaba de emoción.

"Así cómo, ¿exactamente?" repliqué con una sonrisa traviesa, dejando que mis manos exploraran su figura con una mezcla de delicadeza y firmeza. "¿Controladora? ¿Decidida? ¿O irresistible?"

Ella rodó los ojos, pero su cuerpo hablaba un idioma completamente diferente. Se arqueó bajo mi toque, su respiración cada vez más irregular mientras yo mantenía el control, lenta pero inexorablemente.

"Relájate," susurré, inclinándome hacia su oído. "Déjame hacer todo el trabajo esta vez."

Y lo hizo. Se dejó llevar, dejando que cada beso, cada caricia fuera una declaración de confianza y deseo. Su rendición no era una derrota, era una victoria compartida, un momento de conexión que iba más allá de lo físico. Cada movimiento, cada mirada, reforzaba el lazo que compartíamos, un lazo que ninguna distancia, ni tiempo, ni circunstancia podría romper.

Sarah estaba tumbada, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y ternura. Me incliné sobre ella, mis dedos recorriendo su mejilla mientras nuestras respiraciones se entrelazaban. "Me vuelves loca, ¿lo sabes?" le confesé en un susurro. Su respuesta fue un beso que no dejó espacio para dudas.

"Yo te amo más que al Cabernet Sauvignon" — replicó.

Mis manos pasaron de estar en sus mejillas a desabrochar el botón de su jeans y poco a poco fue sumergiéndose más allá. Sarah estaba muy caliente y podía sentirlo.

El baile de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora