Lámparas

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Capítulo XXIX - Lámparas

La noche había caído sobre la ciudad, y el penthouse de Karla brillaba tenuemente con la luz cálida de las lámparas estratégicamente colocadas. Las enormes ventanas ofrecían una vista espectacular del horizonte, donde las luces de los edificios titilaban como estrellas urbanas. En el dormitorio, el ambiente era sereno, envuelto en un silencio cómodo que solo podía existir entre dos personas profundamente conectadas.

Sarah estaba sentada en el centro de la cama, con la espalda apoyada contra los almohadones mullidos. Llevaba puesto un pijama sencillo pero elegante, de seda negra, que caía suavemente sobre su piel. Sus lentes de lectura descansaban sobre el puente de su nariz, y su cabello, recogido en un moño improvisado, dejaba a la vista algunos mechones que escapaban y enmarcaban su rostro. El libro en sus manos parecía atraparla, pero de vez en cuando levantaba la vista, perdiéndose en la vista nocturna de la ciudad a través de los ventanales.

En el baño contiguo, Karla se preparaba para dormir. Vestía un conjunto de pijama color blanco con ribetes dorados que contrastaban perfectamente con su piel clara. Mientras se lavaba los dientes frente al espejo, sus ojos se desviaban constantemente hacia el reflejo de Sarah en la cama. La imagen de Sarah, tan relajada, tan natural, la llenaba de una calidez inexplicable. Karla pensaba en el día que habían tenido, en cómo Lily había hecho reír a Sarah de una manera que pocas veces había visto, y en lo bien que Sarah parecía conectarse con la bebé, aunque intentara disimularlo.

Terminado su ritual nocturno, Karla dejó el cepillo de dientes en su lugar y comenzó a quitarse las argollas de los dedos, dejando que el frío del mármol acariciara sus manos. Su voz rompió suavemente el silencio mientras sus pensamientos salían a flote.

—¿Sabes? No puedo dejar de pensar en Lily. Es tan pequeña, tan llena de vida... —Su tono era reflexivo, casi soñador.

Sarah levantó la vista del libro, sus ojos brillando detrás de los lentes, y lo cerró con cuidado antes de quitárselos y dejarlos sobre la mesita de noche. Se estiró un poco, soltando un suspiro bajo, antes de responder.
—Es increíble, ¿verdad? La forma en que puede iluminar una habitación con solo una risa.

Karla apagó la luz del baño y caminó hacia la cama, deslizándose bajo las sábanas junto a Sarah. El suave tejido de algodón las envolvió mientras ambas se acomodaban, sus cuerpos encontrando posiciones naturales. Karla apoyó su cabeza en el hombro de Sarah, sintiendo el calor de su piel, mientras sus ojos se dirigían hacia la vista panorámica que ofrecían las ventanas del penthouse.

El silencio volvió a instalarse entre ellas, pero esta vez no era vacío, sino lleno de pensamientos compartidos. La ciudad nocturna parecía respirar con vida propia, un espectáculo que ambas contemplaban mientras sus mentes divagaban. Karla fue la primera en hablar de nuevo, su voz un susurro.

—Hoy, cuando te vi con Lily... nunca había visto esa expresión en tu rostro. Estabas tan tranquila, tan... en paz.

Sarah giró ligeramente su cabeza para mirarla, sus labios curvándose en una sonrisa suave.
—¿Sí? —preguntó, como si no estuviera del todo convencida.

Karla asintió, tomando la mano de Sarah entre las suyas. Sus dedos trazaron círculos suaves sobre la piel de Sarah mientras continuaba.
—Fue hermoso verte así. Por un momento, pensé en cómo sería tener algo así contigo...

Sarah no respondió de inmediato. En cambio, su mirada se desvió hacia las luces de la ciudad, como si buscara palabras entre las constelaciones de neón. Finalmente, habló, su tono más suave que de costumbre.
—No estoy segura de ser buena en eso, Karla. Nunca he pensado demasiado en la idea de tener hijos... pero Lily... ella me hizo sentir algo diferente.

El baile de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora