El baile de las almas perdidas

Paula

Capítulo XIX - Paula

La cálida luz de la tarde se desvanecía lentamente, mientras la terraza se convertía en el centro de una conversación animada. Sarah estaba acompañada de Karla, su amiga cercana, pero con una sensación de nerviosismo flotando en el aire. Karla ya había sido una figura constante en su vida, conocida por todos los presentes, excepto por los padres de Sarah, quienes aún no sabían mucho de ella.

Cuando las puertas de la terraza se abrieron, Sarah pudo ver a Matthew y Juanjo acercándose rápidamente hacia Karla, quienes, evidentemente, no podían esperar para saludarla y darle la bienvenida. Willy también se unió al grupo, moviéndose rápidamente entre la cocina y la terraza, donde la conversación fluía entre preguntas sobre el viaje y la intriga por las experiencias de Karla en Londres. Ella respondió con una sonrisa tranquila, aún con una pizca de nervios por la situación.

La llegada de Karla, como siempre, fue una sorpresa agradable para todos los presentes. Sin embargo, el momento clave fue cuando Sarah guió a Karla hacia los padres, algo que había estado esperando pero, a la vez, temía. Los papás de Sarah, que ya conocían a todos los demás, no sabían mucho sobre Karla. Esta vez, sería una introducción formal, un nuevo paso para la relación que ambos compartían.

"Bueno, mamá, papá..." —comenzó Sarah, un poco vacilante, mientras presentaba a Karla— "Esta es Karla, una amiga muy cercana."

Karla, aunque siempre tan segura, mostró un atisbo de nerviosismo mientras extendía la mano, pero John, el padre de Sarah, rápidamente la desarmó con una broma.

"¿Karla? ¡Vaya, qué sorpresa! Pensé que solo las mujeres como Sarah existían en este mundo," —dijo con una sonrisa amplia, haciendo reír a todos.

Karla se relajó al instante, aliviada por la calidez de John. Él continuó con historias de Sarah cuando era pequeña, algo que siempre hacía en estas reuniones, y que esta vez ayudó a suavizar cualquier tensión en el aire.

Entre tanto, Sarah, a su vez, charlaba con Matthew, quien no pudo evitar aprovechar la oportunidad para hacerle un par de bromas sobre la situación.

"Vamos, Sarah," —dijo Matthew, con una sonrisa traviesa— "no puedes estar tan nerviosa. Sabes que todos ya conocen a Karla, ¿verdad? Solo falta que tu mamá te pregunte sobre tu vida amorosa, y entonces sí que la vamos a pasar bien."

Sarah sonrió, pero su mente estaba completamente centrada en llevarle la contraria a Matthew, como siempre hacía. Se cruzaba con él en un juego de bromas, y aunque Matthew era experto en hacerla reír, Sarah sabía perfectamente cómo devolverle el favor. "Nunca sabes cuándo callarte, ¿verdad?", dijo Sarah, con tono juguetón, levantando su copa de vino como una especie de victoria silenciosa mientras el grupo continuaba conversando.

Sin embargo, lo que no se dio cuenta fue que su padre, John, con su sentido del humor irreprimible, había sacado su teléfono móvil de manera discreta y empezaba a deslizar las fotos que había almacenado durante años.

"Ah, aquí tenemos una de Sarah a los tres años, cuando se comió una tarta de cumpleaños sin que nadie se diera cuenta..." —comentó John, mirando con picardía la pantalla del móvil. Se acercó a Karla con el teléfono, quien, al principio, no entendió muy bien a qué se refería.

"No, no, no... No hagas esto, papá..." —suplicó Sarah, medio riendo, mientras intentaba alejarse sin poder evitarlo. Pero su padre ya estaba completamente inmerso en la tarea de mostrarle a Karla las fotos.

La primera foto era de Sarah cuando tenía unos tres años. Estaba sentada en el suelo, su cara cubierta de glaseado y su pequeño vestido de fiesta manchado hasta los tobillos. Era evidente que había estado disfrutando de la tarta mucho antes de que su madre pudiera cortarla. La expresión en su rostro era una mezcla de satisfacción absoluta y sorpresa, como si no comprendiera lo que había hecho, pero estaba muy orgullosa de su hazaña.