Capítulo XXV - Hamaca
La mañana inició con el sonido insistente del celular de Sarah, quien estaba decidida a devolver la normalidad al grupo tras los eventos de la noche anterior. A las 6:30 de la mañana, entró a cada habitación y, con una voz autoritaria pero firme, despertó a todos.
—Arriba, ya es hora. No vamos a alarmar a Willy por su salud, así que vámonos ahora mismo —dijo mientras encendía las luces sin compasión alguna.
Matthew protestó desde debajo de las sábanas.
—Sarah, por favor... cinco minutos más.
—Ni un segundo más, Matt. Vamos.
El grupo, arrastrando los pies, se reunió en el lobby del hotel, todos con caras pálidas y ojos entrecerrados. Juanjo intentó suavizar el momento, señalando el restaurante del hotel.
—¿Qué tal si desayunamos aquí antes de irnos? Seguro tienen algo delicioso.
La mirada de Sarah fue suficiente para que guardara silencio. El trayecto de regreso fue tranquilo, con Karla apoyada en la ventana, aún recuperándose de la resaca y los eventos nebulosos de la noche.
Cuando llegaron a la casa, Willy ya tenía el desayuno preparado: café fresco, fruta, huevos y pan tostado. Al verlos entrar, notó algo extraño.
—¿Acaso pasaron la noche fuera? —preguntó con una ceja levantada, dirigiéndose especialmente a Sarah.
—Estábamos celebrando, nada más. —respondió Sarah mientras se dirigía directamente al gabinete donde guardaba los vinos, sacando uno y sirviéndose una copa sin más.
Mientras Sarah se acomodaba en la sala con su copa, los demás se dirigieron al comedor, donde el olor del desayuno parecía traerles un poco de vida. Sin embargo, lo que realmente despertó a Willy fue la historia que Juanjo y Matthew comenzaron a relatar.
—Tienes que escuchar esto, Willy —dijo Juanjo con entusiasmo, mientras se servía un café con evidente esfuerzo por mantenerse despierto.
—Anoche fue una locura, pero hubo un momento... épico. Tu Sarah, nuestra querida Sarah, demostró que no hay quien se meta con Karla.
Willy dejó la taza que sostenía y miró a Juanjo con interés.
—¿Qué pasó exactamente? —preguntó con preocupación.
Matthew tomó la palabra, encantado de revivir los detalles.
—Bueno, todo comenzó cuando Sarah llegó al club. Desde el momento en que entró, podías notar que no estaba para tonterías. Mientras nosotros... bueno, nos estábamos besando como si no hubiera mañana —dijo, refiriéndose a Juanjo con una sonrisa cómplice—, Sarah notó que un tipo estaba demasiado cerca de Karla.
—¿Demasiado cerca cómo? —interrumpió Willy, ahora visiblemente intrigado.
—Quiero decir, prácticamente pegado a ella. —continuó Matthew—. Se veía que Karla estaba... no sé, afectada por algo, porque apenas podía mantenerse en pie. El tipo intentaba bailar con ella, y ella no tenía fuerzas para alejarlo.
Willy apretó los labios, claramente molesto por la escena que describían.
—Y ahí entró Sarah, como toda una heroína —dijo Juanjo, exagerando el tono dramático para aliviar un poco la tensión.
Matthew asintió.
—La cosa es que Sarah no se limitó a pedirle al tipo que se alejara. Se acercó directamente y lo empujó. Cuando él intentó devolvérsela, ella tomó una botella de vodka de una mesa cercana, la rompió contra la pared, y lo apuntó con el filo como si fuera una espada.
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El baile de las almas perdidas
Roman d'amourEn un mundo donde el éxito profesional parece ocuparlo todo, Sarah y Karla, dos mujeres apasionadas y brillantes, se reencuentran por casualidad tras años de distancia. Sarah, una microbióloga de porte elegante, y Karla, una profesora que ahora tamb...