Capítulo XXXI - La noticia del momento
La casa de Sarah estaba en silencio, solo interrumpido por el suave crujido de las páginas de un libro que Sarah, aparentemente distraída, no había logrado leer. Sentada en el sillón junto a la ventana, la luz de la luna iluminaba su rostro de manera suave, proyectando sombras delicadas sobre su piel. Sin embargo, su atención no estaba en las palabras del libro, sino en Karla, quien descansaba plácidamente en la cama. Karla, con su cabello oscuro extendido sobre la almohada, parecía tan vulnerable en su sueño, tan ajena a las preocupaciones del día que había tenido.
Sarah no podía dejar de mirarla. Cada línea de su rostro, cada movimiento tranquilo mientras respiraba profundamente, le parecía absolutamente perfecta. Aquella mujer que había llegado a ser tan importante en su vida, con su seguridad, su elegancia, su inteligencia, y ahora con la vulnerabilidad que mostraba en sus momentos más simples.
A medida que Sarah observaba a Karla, un pensamiento extraño, pero irremediablemente presente, comenzó a tomar forma en su mente. Había hablado sobre ello de manera indirecta, pero ahora parecía tener un peso real: la posibilidad de ser madre. No podía evitarlo, la idea parecía aflorar una y otra vez, cada vez más intensa, y, por primera vez, lo consideraba con seriedad.
Sarah pensó en las veces que Karla le había hablado sobre la ilusión que sentía por ser madre algún día, y cómo esa conversación siempre había despertado algo profundo en su interior. Karla, con su amor por los niños, por el cuidado, por la familia. Sarah siempre había creído que el tiempo no estaba de su lado, que tenía otros sueños, otras prioridades, pero en ese momento, con la quietud de la casa y el eco de la voz de Karla en su cabeza, se dio cuenta de que no solo lo consideraba como una opción para ella misma, sino como una posibilidad para ambas. Un proyecto, un futuro compartido.
No podía negar que la idea la llenaba de una calidez inesperada. El amor que sentía por Karla, esa conexión profunda que tenían, le daba la certeza de que podían formar algo aún más grande, más hermoso. Algo que no solo incluyera su amor romántico, sino también un amor incondicional, un amor que construyera una familia.
"Tal vez... tal vez este es el momento", pensó Sarah, mientras observaba a Karla dormir con esa paz que parecía contagiar todo lo que tocaba.
La imagen de Karla como madre, cuidando a un pequeño con la misma dedicación con la que cuidaba a todos los aspectos de su vida, comenzó a calar en el corazón de Sarah, transformando una idea abstracta en una posibilidad real.
Pero entonces, una oleada de duda se filtró en sus pensamientos. ¿Era el momento adecuado? ¿Podían, realmente, crear una vida tan importante juntas? Sarah sabía que los miedos y las inseguridades vendrían a su encuentro, como siempre lo hacían, pero la idea de construir un futuro con Karla, de hacer realidad una familia, le parecía algo natural, algo que no podría dejar de lado.
Se levantó del sillón con cuidado, sin querer despertar a Karla. Se acercó a la ventana, mirando la ciudad que se extendía frente a ella, mientras el aire fresco de la noche acariciaba su rostro. Podía imaginar su vida con Karla, un futuro lleno de amor, de complicidad, de risas y desafíos. Y tal vez, solo tal vez, un pequeño niño o niña que completara todo lo que ya estaban construyendo.
Con un suspiro profundo, Sarah volvió a la cama, y se acomodó junto a Karla, sin querer romper el silencio de la noche, pero con la certeza de que el futuro que deseaba estaba allí, con ella, en esa cama, en ese hogar. Y en ese preciso momento, sintió que el amor entre ellas era suficiente para enfrentar todo lo que viniera.
Se giró hacia Karla, que aún dormía serenamente, y la observó un poco más. Le acarició suavemente el cabello, y susurró en silencio:
—Te amo, Karla. Y tal vez, solo tal vez... podamos tener todo lo que soñamos.
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El baile de las almas perdidas
RomanceEn un mundo donde el éxito profesional parece ocuparlo todo, Sarah y Karla, dos mujeres apasionadas y brillantes, se reencuentran por casualidad tras años de distancia. Sarah, una microbióloga de porte elegante, y Karla, una profesora que ahora tamb...