Italia pt3: Cava

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Capítulo - Italia pt.3: Cava

El aire fresco de la mañana romana acariciaba mi piel mientras caminábamos por las empedradas calles, con el sol apenas asomando entre los edificios antiguos. La ciudad tenía esa energía peculiar, una mezcla de historia, arte y vida cotidiana que siempre me había cautivado. Sin embargo, hoy todo parecía diferente. Hoy Roma no solo era la ciudad que me encantaba visitar, sino el escenario perfecto para algo más grande: un nuevo comienzo, un nuevo paso en mi vida junto a Karla.

Willy, como siempre, lideraba el grupo, mostrando con entusiasmo cada rincón escondido de la ciudad. Sin embargo, no pude evitar fijarme en la forma en que miraba todo con una mezcla de nostalgia y cariño. Willy siempre había sido mi amigo, mi compañero de aventuras, pero este viaje era diferente. Era un viaje que compartíamos con Karla, y eso hacía que todo se sintiera más profundo, más significativo.

Me detuve un momento para observar a Willy. Su risa, su energía incansable, siempre tan presente. A lo largo de los años, nos habíamos vuelto inseparables. Había sido mi compañero en cada desafío, en cada logro, y en este viaje, era la persona que me entendía sin necesidad de palabras. La relación con Willy no era solo de amistad, era más que eso. Habíamos compartido vidas, experiencias, y ahora, aquí estábamos, en Roma, disfrutando de este viaje que, de alguna manera, sellaba un ciclo.

Mientras Willy nos guiaba por las estrechas calles del Trastevere, Karla y yo caminábamos al margen, riendo, conversando en voz baja. Me encantaba escuchar su risa, el brillo en sus ojos. Habíamos estado tan ocupadas últimamente que este momento juntas era casi como un respiro, un espacio para nosotras, para disfrutar de lo que éramos y de lo que estábamos construyendo.

De repente, Karla se detuvo frente a una pequeña tienda de antigüedades, con una vitrina repleta de objetos únicos. Me acerqué a ella, observando las piezas con curiosidad, pero fue Karla quien rompió el silencio.

—¿Sabes? —dijo, mirándome de reojo con una sonrisa traviesa—. Estaba pensando en algo... En cómo me haces sentir.

El tono de su voz, suave pero desafiante, hizo que una corriente de electricidad recorriera mi cuerpo. Me acerqué más a ella, sintiendo su cercanía, el calor de su presencia.

—¿Y qué es lo que te hago sentir, Karla? —pregunté, sin poder evitar el tono intenso que se apoderaba de mí. Algo en este momento, algo en este lugar, me hacía sentir más viva que nunca.

Karla sonrió, sus ojos brillando con picardía.

—Me haces sentir como si pudiera conquistar el mundo. Como si no hubiera nada que no pudiera hacer mientras esté a tu lado.

Mis labios se curvaron en una sonrisa, y en ese instante, la confianza que había ganado con mi nuevo corte de cabello, más corto y rebelde que antes, me dio la seguridad que necesitaba para ser más intensa, más dominante.

Me acerqué lentamente a Karla, sintiendo su respiración contra mi rostro. Sin apartar la mirada, tomé su rostro entre mis manos y, con firmeza, la besé. No fue un beso suave ni tímido. Fue un beso que hablaba de todo lo que habíamos vivido, de lo que sentíamos, de lo que aún quedaba por descubrir.

Cuando me separé de ella, ambos respiramos profundamente. La expresión de Karla era un reflejo de lo que yo sentía: pura emoción, pura necesidad. Sabía que esto era más que un beso, más que un simple coqueteo. Era la promesa de algo más.

—Te haré sentir mucho más, Karla —dije, mi voz grave y llena de una emoción contenida.

Karla no dijo nada, pero sus ojos lo decían todo. El juego de poder, el deseo mutuo, todo estaba ahí, entre nosotras. Pero no era solo eso. Era también la complicidad, la conexión que habíamos establecido. Nada de esto era casualidad. Estaba segura de que este era el camino que quería seguir, y Karla era la mujer con la que deseaba hacerlo.

El baile de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora