Katniss desde el día que se despidió de sus padres no puede pensar en otra cosa más que en los días que faltan para que esto acabe de una vez, para que la vida de los Everdeen y Coin acabe de una vez...
Y faltaba realmente muy poco.
Días faltantes: 2.
Se encontraban Katniss, Peeta, Finnick, Cato, Annie y Gale en el cuarto de entrenamiento de Beetee. Todos tenían ya un arma prevista por Beetee: Peeta tenía una pistola de última tecnología en sus manos, Finnick un tridente, Annie un cinturón completo de afiladas cuchillas con las que era excelente, Cato por su parte unas espadas elementales y Gale un arco sencillo.
Todos iban con ropa de entrenamiento, y Katniss, portaba el traje armadura de Sinsajo, diseñado por Cinna.
Beetee le extendió su arco color negro a Katniss. Era el arco más lujoso y sofisticado que jamás había visto antes. En el carcaj, tenía diferentes tipos de flechas para diferentes tipos de fin. Pasó sus dedos por la cuerda del arco, sacó una flecha normal y tensó la cuerda. Apuntó a los blancos, y dio justo en el centro al disparar. La flecha tenía gran distancia de alcance, lo pudo comprobar.
Le gustaba tener en su poder un arma tan potente como aquel arco, la hacía sentir fuerte, le sembraba seguridad y poder muy dentro de ella.
-Es maravilloso -soltó, acercándose a Beetee.
Beetee sonrió y habló.
-Coin quería que lo hiciese para grabar algunas cosas, pero yo no quería darte un accesorio, así que lo adecué a tus necesidades, y a todos los rebeldes.
Katniss lo miró con atención.
-¿Tú eres... parte de? -le preguntó Katniss- ¿Estás de nuestro lado?
-Lo estoy -respondió Beetee, ajustándose las gafas y asintiendo- Y éste arco -añadió, pasando sus dedos por la cuerda y carcaj de Katniss-, será el elegido para terminar con la ambiciosa de Alma Coin.
Beetee usó un tono más bajo al decir esto último. Katniss por instinto apretó el arco con más fuerza y sonrió de lado. Alma Coin pagaría por causar que ella perdiera lo que más esperaba en su vida, su pequeño bebé.
Luego de horas de entrenamiento, tanto con las armas como físico, Katniss y Peeta llegaron a su alojamiento sudorosos y llenos de cansancio.
-Este ha sido un día realmente pesado -suspiró Peeta, tumbándose en una de las sillas.
-Ni me lo digas -dijo Katniss, sentándose de golpe en la otra silla- Y me muero de hambre.
Peeta frunció el ceño.
-Estas últimas semanas has estado muy hambrienta. Cariño, comes a todas horas ¿Todo bien?
Katniss asintió en respuesta.
-Me muero de hambre -repitió Katniss.
Peeta rió.
-¿Qué se le antoja cenar el día de hoy, bella dama? -preguntó él, tomando su mano y besándola delicadamente.
Katniss sonrió.
-¿Crees que tengan fruta picada a estas horas?
-Sí, lo creo -respondió Peeta- Y si no la hay, yo mismo voy a cortar los frutos de un árbol para dártelos.
Katniss lo miró durante unos minutos.
-¿Qué? -terminó diciendo Peeta ante la mirada atenta de Katniss.
-¿Y qué esperas para traerla? -Katniss rió un poco.
Peeta la imitó y se levantó de su asiento. Le dejó un beso en su mejilla.
-Ya vuelvo -le dijo, antes de salir en busca de fruta picada.
Se dirigió al comedor y pidió a la señorita lo que necesitaba.
-Aquí mismo no la hay -le avisó la chica- Pero es para nuestro Sinsajo, así que puedes acompañarme atrás, ahí sí que hay en los refrigeradores.
Peeta accedió con una radiante sonrisa. Él estaba dispuesto a hacer todo con tal de ver a su princesa -no más princesa- feliz.
Al final, salió muy contento con platos que llevaban sandía, piña, duraznos, uvas y demás frutas en sus manos.
Cuando regresó a su habitación, la expresión de Katniss se iluminó al ver que Peeta le había cumplido uno de sus gustos. Aquello, sólo hacía que Peeta se enamorara de su rostro lleno de felicidad.
-Aquí tienes, comelona -le dijo Peeta, dejando los platos en el escritorio que tenía en frente Katniss y rozando tiernamente su nariz con la de ella.
A Peeta le gustaba sacar la parte dulce de su relación. Le gustaba saber que esa parte más cariñosa de Katniss solo la conocía él, a su manera. Le gustaba ver la alegría en ella.
Katniss comenzó a devorar la fruta que le había dejado en el escritorio.
Peeta carraspeó.
-¿Cómo te sientes de que en muy poco tiempo va a pasar lo que tiene que pasar, amor? -le preguntó él.
Katniss paró un poco, pensó su respuesta y al final hizo una mueca.
-No tengo idea de cómo sentirme -admitió ella, tomando un nuevo trozo de fruta.
Peeta sabía a qué se refería.
-Lo único que quiero es que ella pague por lo que hizo -terminó, y se metió el trozo a la boca.
Peeta la entendió: Él quería lo mismo, quería ver a Alma Coin dejando de existir, como la contraparte de lo que pasó con su hijo. Se sentía enojado, enojado de que esa mujer le hubiera frustrado el sueño de formar una familia cuando ya lo tenía.
-¿Quién crees que será el presidente después de todo esto? -preguntó Peeta.
-Me gustaría que Paylor -respondió Katniss sin dudar- La conozco desde hace tiempo y la verdad no hay mujer con más autoridad y corazón que ella para todo. Sería una excelente gobernante.
-¿No quieres ser tú?
-No. Para nada. ¿Por qué lo preguntas?
Peeta se sintió aliviado.
-Porque tenía miedo de que si lo quisieras -contestó Peeta- Ya sabes, la gente te sigue y al final de cuentas te lo propondrán si o si.
Katniss pegó su mirada al plato de fruta.
-Me gustaría no ser seguida por nadie -dijo Katniss- No quiero que nadie me admire.
Peeta acarició la mejilla de Katniss con el dorso de su mano.
-No tienes idea de cuánto efecto posees sobre la gente -le dijo Peeta- Es increíble que quieras mantenerte alejada de los problemas aunque vivas en ellos, ignorando todo ese efecto. Eres... alucinante, Katniss.
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Escapando con la princesa.
FanfictionLa real familia Everdeen tenía entre sus miembros a la mejor princesa que pudiera tener Panem: Katniss Everdeen. En su nuevo instituto, al conocer a Peeta Mellark, él le muestra el mundo y las aventuras que tiene por conocer, algo que Katniss tiene...