Capítulo 14: Psicópata.

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PETTER

-¡¿Petter?! -me nombró una vez más-. ¿Qué haces en el suelo?

¡Ah! ¡Tenía ganas de pensar sobre la vida en el piso!

-¡N-nada, sólo me detuve a descansar por un instante!

¡Estúpido! ¡Qué buena excusa se te ocurre!

-¡Ah! ¡¿Y te detuviste a descansar con tu pie dentro de ese hoyo?! -indagó un tanto arrogante.

¡Bravo, Petter!... Estás delante del chico que te gusta, actuando como un jodido tonto.

-S-sí, es algo bastante cómodo para mí -le sonreí de la manera más falsa posible.

¡¿En serio?! ¡Ah!... ¡Soy tan idiota!

-Sí, claro... ¡¿Ya vas a dejar de actuar cómo si no te hubieras dañado el tobillo?! -arqueó una ceja de manera un poco burlona.

-S-sólo fue un golpesito -le sonreí de nuevo.

-Levántate -demandó-. Sólo fue un gol-pe-si-to. Entonces, vamos. Ponte de pie.

-S-sí, lo haré -saqué mi pie del agujero intentando ponerme de pie, pero el dolor es muy fuerte. No pude levantarme-. ¡Ahg! -me quejé.

-Ves, no pudiste ponerte de pie -se rió-. Vamos, yo te revisaré.

¡No! ¡Solo, yo, con él! ¡No! ¡Definitivamente no!

-P-pero si estoy bien... S-sólo ayúdame a llegar a la habitación -me fulminó con la mirada.

-Ni de broma... Necesitamos asegurarnos de que tu tobillo estará bien -se acercó hasta mí tomándome de la cintura en lo que posicionó mi brazo por su hombro-. Vamos, sólo te daré un vistazo -me terminó de levantar con su brazo dirigiéndonos los dos lejos del gimnasio de la universidad. Caminamos por unos minutos. El pie lastimado me impedía caminar con normalidad, por lo que lo hacía dando pequeños saltos con el pie sano apoyando mi brazo por el hombro del rubio. Sentía como varias personas murmullaban al vernos en esta situación, pero a mí, me valía un carajo. Mis mejillas estaban más rojas que nunca, sentía sus rubios mechones rozarme la mejilla. Olía esa fragancia que me hace perder la cordura; el axe de chocolate. También podía oler un perfume totalmente exquisito, lo que me hacía quedar en un estado hipnótico ante los aromas que desprendía el cuerpo del rubio.

-Es Allure Homme de Armani -comentó-. Puedo regalarte un poco, así no tendrás que estarme aspirando -mencionó con una corta risilla.
Esa es otra de mis debilidades; las sonrisas con frenillos. Se le ven tan bien a Sebastián en esa sonrisilla perfecta que él tiene-. Muy bien, llegamos -dijo abriendo la puerta con uno de sus pies. Era una suerte que no estuviera con llave-. Te colocaré en la cama. -terminó de cerrar para luego llevarme hasta la camilla, colocándome luego de manera muy delicada.

Mi vergüenza es enorme. Estoy con él, totalmente solos en la enfermería, recibiendo el cuidado de su parte, tal y como sí fuera un pequeño niño indefenso.

-Muy bien, te revisaré el tobillo... Necesito que seas fuerte, debido a que puede que te duela un poco -dirigió su mano hasta la zona lastimada-. ¿Listo?

-S-supongo -respondí. El dolor que empecé a sentir fue incomparable-.
¡M-mierda! -me quejé. Sebastián se burló de mi reacción.

-Ya, tranquilo. He terminado -me informó-. Bueno, no está roto, pero al parecer te has esguinzado. Me temo que deberás usar muletas por un tiempo.... Te daré unas píldoras para el dolor -me avisó dirigiéndose hacia el armario de medicinas.

¡Oh, no! ¡¿Serán las mismas píldoras qué me comentó Thiago, las cuales lo dejaron idiota?!

-¿Q-qué son esas píldoras?
-Sebastián rió

¿No te doy Miedo? (M#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora