•Momentos antes•Narra Eva•
-Vale. Vayámonos entonces.-Arrancó la camioneta y nos pusimos en marcha hacia un antiguo supermercado. Yo sólo miraba a la nada. Todo lo que estaba pasando en medio de esta mierda era demasiado; todas las muertes, todo el sufrimiento. Y yo ni siquiera sabía dónde estaba mi familia. Casi todos tenían a alguien en Alexandría, todos menos yo. Carmen tenía a Niall y a Ana, Carol tenía a Daryl, Adri tenía a Alice, Leire tenía a Carl, y Raúl apenas se socializaba con las personas de la comunidad, pero se le veía desinteresado de todo el mundo. Tampoco era algo que me importara demasiado, pero pienso que debe ser bonito tener a alguien.
-Eh, Eva.-Dijo Tara sacándome de mi trance.-¿Has visto al nuevo?-Yo negué con la cabeza.
-Dicen que es el hermano de Daryl. Otro Dixon al que soportar.-Dije en tono irónico. Glenn frenó en seco.
-¿Se apellida Dixon?-Dijo mirando hacia atrás.
-Son hermanos, claro que se tiene que apellidar Dixon.-Él tenía una cara de preocupación al igual que de enfado.-¿Lo conoces?
-Si es el mismo Dixon que creo, no será una buena forma de reencontrarnos.-Arrancó de nuevo la camioneta y nos volvimos a poner en marcha. Llegamos en pocos minutos, el supermercado era bastante grande y no había indicios de que estuviese invadido por los caminantes. Cada uno de nosotros cogió un fusil, una pistola y un cuchillo. Cogí dos cartuchos de munición, al igual que Glenn y Tara. Nos acercamos a la puerta con cuidado. Glenn abrió y comenzamos a buscar con los fusiles en alto. Dentro del supermercado no se oía ningún ruido, nada a parte de nuestros pesados pasos. Estábamos sólos. O eso creíamos. Di un traspiés con una lata de guisantes que había en el suelo, mi cuerpo cayó sobre el suelo haciendo un ruido sordo. Y ahí venían los problemas, comenzamos a escuchar los típicos gruñidos que esos bichos producían. Me puse en pie lo más rápido que pude y preparé el fusil para disparar cuanto antes.
-¡Separaos!-Ordenó Glenn.
-Eso no salió muy bien la última vez.-Dije para mí. Corrí hacia la izquierda, Glenn hacia la derecha y Tara se metió detrás de un mostrador. Mala idea. Yo me escondí detrás de un estante Donde lo único que había eran revistas del corazón, no me extraña que nadie se las llevara. Escuché tres tipos diferentes de gruñidos a mi derecha. Me giré lo más rápido que pude y saqué mi cuchillo. Maté al primer caminante y al segundo, pero el tercero se me echó encima. No conseguía clavarle el cuchillo en la cabeza. De repente algo se clavó en la cabeza del muerto. Alguien me quitó el cadáver de encima y me tendió una mano para ayudarme a levantarme. Conseguí ponerme en pie, con dificultad, miré a la persona que me acababa de salvar. Un desconocido. Me fijé en sus ojos, de un tono grisaceo, me parecieron preciosos. Tiró de mi muñeca hasta meternos dentro de una sala de guardia. Allí estaban Glenn y Tara.
-Menos mal que estáis bien.-Dije en medio de un suspiro.-¿Quién eres tú?-Le pregunté al chico que me había salvado, me paré a mirarlo detenidamente. Tenía el pelo negro y desordenado, los ojos se le notaban negros a distancia e iba encorvado.
-Yo soy L. Y de nada por salvaros.-Dibujó una sonrisa en su cara. La verdad, era guapo.
-Hay que buscar la manera de salir de aquí.-Dijo Glenn.
-Pues ya me dirás cómo, esos bichos han comenzado a llegar por montones.-Dijo Tara, yo recordé lo que había cogido hace unos días y guardé en mí mochila. Saqué la granada de mi bolsa y se la enseñé al resto. Era la granada que Carol tenía guardada en uno de sus cajones, la que nos enseñó el día después de encontrarnos. Tenía razón, nos serviría ahora.
-Puede que haga mucho ruido, pero nos dará el tiempo necesario para ir al coche y largarnos de aquí.-L me miró algo sorprendido.
-Es una buena idea. Ahora la pregunta es: ¿Por dónde podríamos tirarla para que el impulso les afecte a todos?-Comencé a buscar una forma de tirar la granada para que toda la onda repercutiese en todos los caminantes. Y entonces lo vi, el conducto de ventilación.
-Por ahí.-Señalé.-Glenn, creo que te va a tocar entrar y tirar la granada justo encima.-Él puso cara de aterrado ante mi plan. Pero si queríamos salir de ahí todos con vida tenía que hacerlo, y él lo sabía.
-Es una buena idea, y si uno de esos bichos no está dentro no creo que te pase nada. A demás la onda no llegará hasta ti si vuelves rápido.-Apoyó L, serio pero a la vez animado. Este chico me estaba gustando cada vez más. Ayudamos a Glenn a subir por el conducto de ventilación y antes de marcharse dijo: "-Decidle a Maggie que la quiero."
-Se lo dirás tú mismo, ahora ve a tirar esa mierda.-Dije mirando a los caminantes por el cristal de seguridad. Glenn no tardó mucho en llegar hasta la ubicación de los caminantes y tirar la granada. Cuando esta tocó el suelo, L nos dijo que nos agacháramos. Después de eso todo sucedió muy deprisa. Todos salimos corriendo y yo me quedé aturdida. Una viga me había golpeado en la cabeza. No sabía quien me llevaba, pero sabía que estaba a salvo, era una sensación un tanto extraña. Subimos al coche y volvimos a Alexandría al rededor de una media hora. Glenn y L me ayudaron a llegar hasta la casa del padre de Carol para que me curara la brecha de la cabeza. L no se despegó de mí ni un instante. Era raro que le preocupase tanto. Glenn se marchó a ayudar a Tara para repartir los suministro que habíamos conseguido. Lo mío eran un par de latas de atún y unas manzanas, no era gran cosa pero era lo que había. Después de que el padre de Carol me curara la herida le dijo a L que me acompañase a casa. Y él así lo hizo. Este chico era bastante simpático a demás de listo. Llagamos a casa y nada más entrar me tumbé en el sofá. L se sentó en uno de los sillones de forma rara.
-¿Por qué me has ayudado tanto?-Le pregunté en un momento dado. Él dejó de mirar a la nada para centrar su mirada en mis ojos. Estaba segura de que sus ojos tenían un tono grisaceo, tenía que serlo.
-Porque me caes bien, ninguno de tus dos compañeros había ideado nada. Pero tú razonaste. Cosa que no se ve mucho hoy en día.-Volvió a sonreír y yo lo intenté.
-Tú también me caes bien. Quiero devolverte el favor, te acompañaré a hablar con la que manda aquí para que te asigne un empleo y un hogar. Hace unos mese perdimos a una persona importante, él sabía bastante sobre tecnología y cosas así. Puede que su puesto te venga bien.-Él sólo asintió. Me puse en pie y lo acompañé a ver a Diana. Al principio me costó ponerme en pie y orientarme, pero cuando ya llevábamos medio camino me encontré mejor. Llegamos a la casa de Diana y le asignó una casa a L y el empleo que le había mencionado antes. Me caía muy bien este chico, la forma tan rápida que tenía de pensar y planear me encantaba. «¡Para, Eva! No puede ser que te guste.» Me regañé a mí misma, mentalmente. Acompañé a L hasta su nueva casa y nos quedamos a hablar en el porche.
-¿Cómo es que piensas tan rápido?-Le pregunté bastante directa. Nos sentamos en los escalones.
-Mi inteligencia era superior a la de la CIA. Y lo sigue siendo aunque ellos hayan desaparecido.-Contestó mirando a la nada.-En todo este tiempo he tenido bastante tiempo para pensar las cosas con cuidado. Y he notado que ya no te puedes permitir ese lujo, el de pensar las cosas despacio; largo y tendido. Ahora es actuar por naturaleza. Pero aquí se puede llegar a formar una gran ciudad al margen de todos esos bichos.
-Yo llegué a pensar lo mismo. Pero lo peligroso es la gente. Ya no hay justicia.
-Se volverá a formar, eso es algo que siempre ha habido y siempre habrá: justiciam-Me miró simpático y yo Sonreí. Definitivamente me gustaba.
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Hola guapísimos, sé que este capítulo es más corto que algunos anteriores, pero todo tiene su sentido. Estamos llegando al final de esta historia, pero no os preocupéis que habrá segunda parte (O no). Sé que hay algunos lectores fantasma, si queréis comentarme lo que os parece la historia lo agradezco de corazón y los votos igual. Un beso a todos y que os guste.