•En Alexandría•Narra Eva•
Consigo abrir los ojos, después de estar varias horas inconsciente. Mi vista tarda en adaptarse a la luz de la habitación. Estoy en el piso de arriba de la misma casa de antes, reconozco gran parte de los mueles que decoran esta habitación. Hago el fallido intento de moverme en el sitio. Estoy atada de pies y manos en una cama, no tengo magulladuras ni cortes.
Respiro tranquilamente al saber que, ni a mí ni a mi bebé, nos ha pasado nada. Miro a mi alrededor, en busca de algo que consiga cortar las cuerdas. Pero lo que llego a ver me deja de piedra. Aaron está tirado en el suelo de la habitación, con un disparo en el estómago, inconsciente. Tiene la mano derecha esposada al radiador, supongo que habrá sido la señora Peletier.
-Aaron...-No responde. Aunque, tampoco esperaba que lo hiciese.-Será hija de puta la vieja de mierda. No me puedo creer que le haya disparado.-Comienzo a escuchar a alguien subir las escaleras. Esto está empezando a complicarse.
•Lejos de Alexandría•Narra Carolina•
Mi corazón se para cuando escucho su nombre. No puede estar vivo. No puede...
Uno de los dos cuerpos empieza a moverse. Su cabello castaño lo delata. No puedo creerme que estén vivos.
-¿Y esa cara de sorpresa, C-1?-Esa voz...
-¿C-1?-Pregunta Glenn a mí espalda. Trago saliva. Hacia mucho que nadie me llamaba así. Ese era mi apodo en el primer laboratorio que fundó mi padre, el mismo que L cerró por las muertes de los sujetos. A partir de ahí, todos me llamaban Cura. Todos excepto Thomas.
-¿Quién eres?-Digo, hablando aún a la silueta que hay tras las sombras. No hay respuesta. Esa voz me es muy familiar, pero no consigo recordar a quién pertenece.
Marta va a ayudar a Matt, pero antes de poder ponerle una mano encima, una pistola sale de entre las sombras para posarse en su cabeza.
-No te he dicho que pudieses acercarte.-Marta retrocede, no parece asustada y mucho menos intimidada, sólo muestra respeto a un hombre con arma.
-Marta...-La voz rota de Matt es apenas audible.-yo...-No puede acabar la frase. La misma persona que sujetaba el arma, ahora, pone un pie sobre la espalda de mi amigo.
-No te he dado permiso para que hables.-La sangre me hierbe. Sé que Matt está bien, pero Daryl no ha dado señales de estar vivo, aunque parece que respira.-Y ahora, vais a acompañarme.
-¿Si nos negamos?-Pregunto yo. La persona que sujeta el arma da un paso hacia delante. La sangre se me congela al ver su rostro.
-Carol, ¿es...?-Marta no termina la frase, pero sé bien a quién se refiere.
-Rayan Sloat. El hijo de puta que robó el virus.-Una sonrisa mezquina se dibuja en el rostro de Rayan.
-Oh, C-1, no me guardes rencor.
-Claro que no, ¿por qué te lo iba a guardar? Ah, espera, que también abriste la celda del E-00.-La sonrisa de Rayan creció aún más.
-Me encantaría que continuásemos rememorando viejos tiempos, pero ahora os venís conmigo.-Iba a contestar, pero alguien me golpeó en la cabeza y caí inconsciente.
•Lejos de allí•Narra Niall•
-¡L!-Pero no responde. Ahora que me fijo, está más delgado que de costumbre. Supongo que no habrá comido en estos días.-L, tenemos que salir de aquí. Venga, joder.-Nada. Yo sólo no voy a hacer nada; él es el listo, podría haber hecho un plan para sacarnos de aquí. Pero no, tenía que desmayarse justo en el peor momento.
-L... Tenemos que salir de aquí, tengo que volver a ver a Carmen y a Ana. Tú tienes que volver a ver a Eva. Tenemos que salir de aquí por ellas, así que despierta si no quieres que nos pudramos aquí dentro.-Sigue sin haber respuesta.
Oigo cómo uno de los barrotes cede. No creo que esas viejas rejas aguanten mucho. Pierdo toda la esperanza de salir vivos de aquí, hasta que oigo una voz fuera, es de una mujer. Coloco el cuerpo de L dónde estábamos antes, guardó el mechero y yo coloco las manos en la espalda.
La puerta se abre, no hay suficiente luz aquí dentro como para poder ver el rostro de la persona que ha entrado.
-Os traigo algo de comer.-Esa voz es la de Maggie. Intento que mis ojos se adapten a la oscuridad para poder verla. Sólo con oírla no puedo saber si está bien. Cuando mi vista consigue adaptarse a la oscuridad, veo que tiene algunos cortes en la cara. Deja una bandeja con comida en el suelo. No es más que unos trozos de pan con algún tipo de carne, pero para mí es suficiente.
-¿De dónde lo has sacado?-Pregunto asombrado.
-Digamos que no tengo muchas ganas de comer.-La miro a la cara, sé que ha sonreído. Tiene esa manía de que: cuando dice algo cruel, se obliga a sonreír.
-¿Por qué?
-Vosotros podéis escapar. Necesitareis fuerzas.
-No me parece bien que tú dejes de comer para que nosotros podamos escapar de aquí.
-Creo que no lo entiendes, os estoy dando la oportunidad de salir de aquí y avisar a alguien para que nos ayuden. Es sencillo.-Veo como su sombra se pone en pie.-Tenéis que sacarnos de aquí.-Sale de la alcantarilla y me vuelvo a quedar sólo.
-Bueno, parece que tienen puestas muchas esperanzas en nosotros.-Miro el cuerpo inconsciente de L, no va a responderme. Me acerco a la bandeja y cojo un cacho de pan. Lo desmenuzo un poco e intento hacer que coma. Necesitará fuerzas, aunque admito que yo no voy sobrado de ellas.
-Vamos a salir de aquí, lo prometo.-Digo llevándome un cacho de carne a la boca.
•Lejos de allí•Narra Carolina•
Me despierto con un gran dolor en la cabeza. La luz de la habitación me ciega la vista. Tardo unos minutos en adaptarme, cuando lo hago, veo que estoy atada en una silla. Hay alguien enfrente de mí, también atado. No consigo verle la cara.
-Eh, amigo, ¿estás bien?-El bulto se mueve. Alza la cabeza y me encuentro con esos ojos.
-¿Ahora sólo somos amigos?-Me quedó helada ante su pregunta. Quiero levantarme y abrazarlo, pero estando atada poco puedo hacer.
-Yo...-Se crea un nudo en mí garganta y no consigo hablar. Trago saliva y el nudo desaparece, pero se transforma en las pesadas lágrimas que llevaba semanas guardando para mí. Las que no quería dejar salir.-Lo siento...-Es lo único que consigo decir. Él sonríe.
-Ahora eres tú la que se arrepiente, ¿eh?-Sonríe un poco más y me fijo en las innumerables magulladuras de su cara.
-¿Qué te ha pasado? ¿Quién te lo ha hecho?-No hay respuesta por su parte. Me retuerzo en mis ataduras, consiguiendo que mis muñecas queden rojas y escocidas.
-Si sigues así te vas a hacer daño.-Voy a contestar, justo cuando la puerta de la habitación se abre.