•Narra Carmen•
Al fin estábamos frente a las puertas del laboratorio. Habían pasado cinco meses, cinco meses ahí fuera. Dejamos un lugar seguro para venir hasta aquí, y ya no pienso que haya sido tan buena idea. Estamos cansados, todos nosotros. Hace días que no comemos algo decente. Ya no pienso en todas nuestras penurias, ahora sólo me importa esto. Un sitio más seguro que Alexandría, blindado y equipado para sobrevivir a pandemias de este nivel. Para mí es suficiente. El padre de Carol está metiendo una clave en un panel, para poder abrir las puertas. Esperamos unos segundos, en los cuales nadie respira; sólo esperamos con impaciencia poder llegar y ponernos a salvo. Las puertas se abren con un ligero silbido, y yo no puedo evitar alegrarme. Miro a la cara de mis compañeros, todos están aliviados. Entramos, poco a poco, y nos sentimos seguros por primera vez en estos cinco meses.
-Estáis en vuestra casa, iremos al centro del laboratorio y a partir de ahí os enseñaré las instalaciones.-Dijo el cojo. El padre de Carol perdió el pie izquierdo dos semanas atrás. Un caminante lo mordió y tuvimos que amputarselo para evitar que se expandiese la infección. Conseguimos unas muletas en una de las casas en las que nos quedamos. Comenzamos a caminar por un luminoso camino, eché la vista atrás y vi que Carol estaba incómoda; supuse que este sitio no le traía buenos recuerdos.
Llegamos hasta una gran sala desierta, no había nada más que una gran mesa de comedor en medio. Todo parecía sacado de una de las películas futuristas de antes.
-¿Por qué hay eléctricidad?-Le pregunté desde donde estaba. Todos se pararon a mirar al hombre cojo.
-Hay generadores. Queda la suficiente potencia para, al menos, dos años. Si se utiliza debidamente.-Esto era un milagro.-También hay agua caliente.-Dijo mientras volvía a caminar. Lo seguimos hasta un pasillo, llegamos hasta una zona donde había un montón de puertas. Cada uno entró en una. Eran habitaciones preciosas. Blancas y azules claro; una cama de matrimonio en medio, una cómoda y un pequeño sofá en la esquina derecha era lo que la adornaba por dentro. Suspuse que a los científicos que se quedasen aquí no les haría falta mucho más. Frente al sofá había otra puerta, supuse que sería el baño. Dejé mi mochila en el suelo y me recosté en la cama, era como una nube. Llamaron a mi puerta y en seguida fui a abrir. En frente de mí estaba Niall, con su típica sonrisa burlona en la cara.
-El padre de Carol a dicho que es mejor que durmamos de dos en dos.-Puse los ojos en blanco y le dejé pasar.-Dentro de un rato hay que ir al comedor a cenar.
-Bien, hasta entonces me voy a ir duchando.-Recogí una muda de ropa limpia que guardaba en mí mochila y fui directa al baño. Cerré con cerrojo y me duché.
•Narra Eva•
Estaba bastante contenta por estar aquí. Al fin estábamos a salvo, otra vez. L se comportaba de una forma muy rara, era como si no le gustase estar allí. Llegamos hasta nuestra habitación y nada más poner un pie en esta, me tumbé boca arriba en la cama.
-¿Me vas a decir ya qué te pasa?-Le pregunté directamente. Él pareció pensárselo unos segundos.
-No puedo.
-No sé de qué hablarías con Carol antes de irnos, pero no me gusta que me ocultes cosas.
-Eva, no te lo puedo decir porque Carol me ha pedido que no lo haga.-¿Qué? ¿Qué es lo que nos están ocultando?-Cuando ella hable, lo entenderás, hasta entonces tendrás que confiar en mi palabra.
-Lo dices como si fuera sencillo.
-Y lo es, sólo confía en mí.-Lo miré a los ojos y no pude decirle que no. Asentí y me coloqué de forma que él también tuviese espacio para dormir. Cosa que apenas hizo. Sé que estuvo mirándome un rato, lo notaba. Dejé de pensar en ello y me dormí.