Una historia

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—Muchas personas sufren de este mal, no es algo tan extraño.— Dijo Nico, apretándole las manos a Reyna. No era un gesto muy común de su parte, pero era algo que simbolizaba la hermandad que los unía.

—Lo sé, pero en la reunión...no me
digas que no lo notaste.—

Nico asintió.

—Sí, Rey-Rey. Sí lo noté. Simplemente...como mediador entre ambos mundos...debes mantenerte alejada de la violencia y no pensar en eso. Portas un aura muy atractiva para los espíritus negativos; Sobretodo, mantente feliz. No siempre puedo estar ahí para alejarlos.—

Rey-Rey soltó un respiro y se levantó de la cama.

—Lo sé, lo sé. Nico, descansa. Hablaremos en la mañana.—

Nico soltó una media sonrisa y apretó su propio torso reprimiendo una sensación de miedo.

—Rey-Rey—

Reyna se apoyó del marco de la puerta.

—¿Sí, Nico?—

—¿Cómo...? ¿Cómo se siente estar...?—

Reyna lo miró sonriente.

—¿Estar qué?—

Nico apretó los labios. —¿Sabes qué? Olvídalo—

La Pretor dejó escapar una risita y besó su frente para decir:

—Sé por donde vas, Nico. Pero no te diré como se siente estar enamorado. Cada cual lo
siente a su manera porque cada alma y corazón son únicos. Descansa, hermanito.—
•••

Mientras Reyna caminaba hacia si habitación ella observó a Carter, Sadie y Annabeth hablando en el comedor. Reyna les sonrió, con sus labios Carter formuló la pregunta:

¿Podemos hablar?

Reyna asintió y el la siguió hasta su habitación donde ella cerró la puerta.

—Fue un gran susto el que nos diste allá.— Dijo Carter.

Reyna se sentó en la cama y abrazó sus piernas.

—Lo siento, no pretendía meterte en esto.—

Carter negó y sonrió. —Hey, no te aflijas. No fue tu culpa.—

Él se sentó a su lado y le dio un suave codazo. Reyna cerró los ojos y recostó su cabeza de la pared de madera. Carter sentía su tristeza, él quería abrazarla, decirle que todo estaría bien...pero no tenía el coraje para hacerlo. Toda su energía estaba concentrada en no sentir afecto amoroso hacia ella, pero esa energía se agotaba. Carter se estaba enamorando de Reyna.

—Háblame— Imploró Reyna –.Déjame saber que estás aquí.—

—¿Tan preocupada por mí estabas?—

Reyna sonrió un poco. —Sí. Estaba preocupada por ti.—

Reyna se sentía débil, desesperada, se sentía llena de odio. Pero cuando Carter estaba alrededor ella no podía evitar sentirse relajada y feliz. Aunque sabía muy dentro de sí que Carter nunca le correspondía, ella no era tan hermosa como Piper, tan encantadora como Calipso, tan dulce como Hazel o tan valiente como Annabeth. Reyna era un soldado, no una amante.

—¿Porqué estabas en San Francisco?— Preguntó Reyna.

—Para despejar mi mente, había fallado una misión.— Susurró Carter.

Los grandes ojos de Reyna suplicaban por la historia completa.

—Sadie y yo acabábamos de volver de una misión con Percy y Annabeth cuando fuimos enviados a recuperar unas reliquias robadas. Mi novia, Zia Rashid, maestra de los elementos, andaba con nosotros. Todo marchaba bien cuando de repente una flecha traspasó su corazón.—

Carter hablaba lento, escogiendo sabiamente sus palabras e intentando no involucrar tanto sus sentimientos en lo que decía. Aún así Reyna notaba dolor.

—Sadie pensó que necesitaba unas vacaciones— añadió Carter —, es por eso que fuimos hasta San Francisco.—

Reyna no era muy buena con sentimientos, pero le apretó la mano y le sonrió dulcemente.

—Hay un problema.— Dijo Carter.

—¿Y qué es?—

—Hay alguien que me gusta. Y me gusta mucho. No sé si sea correcto que me guste tanto alguien después de su muerte.—

Eso no le gustó a Reyna para nada, pero disimuló.

—Tal vez los dioses quieren que empieces nuevamente.— Aconsejó La Pretor.—Eres joven, tienes toda una vida por delante.—

Carter la miró con una sonrisa, era obvio que la contestación le había gustado. Él suspiró y la miró a los ojos, Reyna sabía que él moría por saber que había pasado exactamente en San Juan. Reyna confiaba en Carter como nunca había confiado en nadie. Ella no sabía si era porque ambos habían hablado en par de ocaciones o que diablos era...pero ella sabía que podía confiar en él. Carter Kane le brindaba seguridad.

—Tengo miedo a que me veas diferente.— Susurró Reyna. —No es una historia bonita.—

Carter le sonrió mientras le despegaba un mechón del rostro.
—Somos soldados de por sí. Guerreros. Nuestras historias de fondo nunca son bonitas. Y hablo por todos en esta nave cuando lo digo. Yo también guardo sombras.—

—Mi padre— Dijo ella, —, él era un soldado. Después de un par de combates su salud mental se redujo a cero...golpeándonos a mi hermana y a mi en el proceso.—

Carter notó como Reyna se transportaba mentalmente a ese tiempo y eso le partió el corazón.

—Una noche, golpeó a Hylla tan brutalmente que temí por su vida. Tomé su arma de reglamento y halé el gatillo...arrancándole la vida. Su cuerpo se consumió transformándose en una mania. La casa que habitábamos era tan antigua que habían fantasmas y ellos presenciaron ese baño de sangre. Me atormentaron al punto que tuvimos que huir de ahí. Ellos tan solo buscaban venganza.—

Una lágrima salada hizo un surco en su mejilla y ella la limpió.

—Por eso te atacaron en la isla.— Reflexionó él.

Reyna asintió y puso su mano sobre la mejilla de Carter.

—Siento tanto haberte metido en esto. Pido una disculpa.—

Carter negó. —No tienes porqué disculparte. Lo hiciste porque amabas a tu hermana, yo hubiera hecho lo mismo por la mía.—

Rey-Rey asintió.

—Es tarde— Dijo Carter, —, te dejaré descansar.—

Reyna lo observó irse, y antes que cerrara la puerta él se dobló y le dio un beso en la frente. Eso tan solo era una micro-muestra muestra de lo que él estaba dispuesto a hacer por ella.

Nobles AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora