Hazel evita la muerte, otra vez

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—¡Hazel, cuidado!— Nico gritó. Pero ya era demasiado tarde, Hazel se había llevado la peor parte de Cerbero. Don, el fauno, tomó a Hazel en sus brazos y Nico hizo un viaje sombra tan rápido como pudo de vuelta a la Duodécima Legión. Una explosión como un rayo se hizo presente en la habitación principal. Reyna y Frank salieron expulsados hacia las esquinas.

—¡Hazel!— Frank gritó y corrió a donde ella.

—¡Rápido!— Ordenó Nico a Don —Busca a los hijos de Apolo. ¡Apresúrate, estoy sintiendo su muerte!— Reyna y Don corrieron a buscar a los médicos. Nico y Frank la tomaron en brazos y se la llevaron a una habitación. Nico se sentía mareado por la poderosa aura de muerte que Hazel emitía. Frank no estaba en mejores condiciones, el Pretor intentaba por todos los medios de darle a comer ambrosía y néctar. Frank tenía los ojos cristalizados y susurraba:

—Hazel, por favor, no...Se fuerte, Hazel....Se fuerte. No nos dejes, por favor. No me dejes.—

—Oh...— Gemía la chica. Nico nunca había visto a Frank llorar antes. El hijo de Marte era de complexión robusta y siempre se mostraba muy serio y alerta, pero esta vez todos esos paradigmas fueron violados. Frank estaba devastado, y eso hacía a Nico querer llorar. Ver como los ríos de sangre se llevaban a su hermana lo estaban dejando en la locura. No a mi Hazel. Pensó Nico. No otra hermana. De repente un grupo de ocho chicos de entre trece a veinte-cinco años entraron de golpe a la habitación, sacándolo a empujones.

—¡No!— Nico gritaba. —¡Hazel! ¡Hazel! ¡Hazel!—

Alguien lo tomó por los hombros y le hizo una llave judo que lo hizo caer de espaldas.

—¡Nico, escúchame!—

Era Reyna. Él la observó con una mirada severa.

—Lo estoy sintiendo, Reyna. Estoy sintiendo su muerte y no hay nada que pueda hacer.— Reyna lo abrazó y no pudo evitar dejar escapar unas lágrimas, ella tampoco podía soportar si Hazel moría. Y mucho menos podía soportar ver a su hermano así. De repente un hijo de Apolo salió de la habitación con los guantes plásticos llenos de sangre.

—¿Y bien?— Preguntó Reyna, ganando compostura.

—La logramos salvar. Un segundo más tarde y ya estuviera en los Campos Elíseos, pero necesita unos tres días de reposo.—

—Gracias, Anthony.—Dijo Reyna, sonriente.

Anthony y la brigada de chicos de Apolo salieron de la habitación. El último en salir fue Frank Zhang, quien se tuvo que recostar de una columna de mármol para ganar aire. Reyna caminó hacia donde Frank y apretó su mano. —Santos Dioses, no quiero pasar por ese susto otra vez.— Suspiró Frank, secándose el sudor de la frente. Reyna observó a Nico, quien dejaba salir unas pequeñas risas nerviosas. El hijo de Hades entro a la habitación y observo a su hermana durmiendo. Él estrés lo nubló y drenó sus energías de golpe. Nico se dejó caer a su lado.

•••

Hazel se despertó tiempo después, y logró deducir que eran cerca de las nueve de la noche. Observó a Nico quien dormía a su lado. Ella se estaba preguntando qué clase de pesadillas él estaba teniendo ya que estaba respirando agitadamente y su frente estaba sudorosa, haciendo que el cabello se le pegara a la cara. Ella se levantó de golpe y rápido sintió el dolor infernal en su abdomen. Ese maldito perro del infierno. Pensó Hazel. Como pudo, caminó hasta donde Nico y lo levantó dulcemente.

—Nico— Ella lo llamó.

El chico abrió rápidamente sus ojos y sonrió al verla.

—Se supone que estés descansando.— Dijo. —¿Cómo te sientes?—

—Mejor, gracias.—?Nico se sentó al borde de la cama y Hazel se sentó a su lado dejando recostar su cabeza del hombro del mayor. —Me diste un susto de muerte.— Dijo Nico en tono de broma, aunque Hazel sintió la verdad tras sus palabras.

—Lo siento.— Dijo ella, le daba un poco de gracia escuchar esa expresión de Nico. Era gracioso y perturbador al mismo tiempo. —No podía dejarte morir, eres todo lo que me queda.—

—No es cierto.— Dijo Nico mirándola a los ojos y con una profunda seriedad. La mirada de Hazel parecía querer sacar todos sus secretos como metales del suelo. Nico temía a esa mirada. El temía que ella le diera esa mirada cuando él le confesara que era gay. Hazel no lo sabía, ella no estaba acostumbrada a este nuevo mundo. Ella no estaba acostumbrada a todos estos cambios. Él no podía arriesgarse a perderla, ella era todo lo que él tenía de familia.

—Sí. Sí es verdad.— Dijo Hazel.

—Tienes a Frank, tienes una familia, tienes amigos aquí en el Campamento Júpiter.—

—Tú también, pero yo...— La voz de Hazel se apagaba poco a poco. —Yo quería demostrarte que soy valiente.—

Nico la miró con confusión. —¿Y todavía lo dudas?—

Nico no podía creer como ella estaba dispuesta a morir como si nada pasara. Él sentía que estaba al borde de las lágrimas.

—Siempre haces todo eso por mí, de algún modo u otro quería devolverte el favor.— Nico le apretó la mano, él ya sabía por dónde ella iba.

—Te saqué del inframundo porque eras todo lo que me quedaba. No tengo nada más de familia, Hazel. Si te pierdo a ti lo pierdo todo.— Él le dio un beso en la mejilla. —Eres una semidiosa muy valiente, hermanita.—

Hazel sonrió. —¿No estás molesto conmigo?—

Nico negó.

—Solo avísame la próxima vez que te lances frente a un perro del inframundo furioso.— Hazel sonrió y se levantó para caminar a las barracas de la quinta cohorte, posiblemente se iría a dar un baño y a dormir. Estaban en una misión y llevaban tres días sin darse un baño. Oye, son semidioses en sus labores heroicas y cuando tu vida está en riesgo en lo que menos piensas es en lucir fabuloso, ¿Verdad?

Nico caminó por los enormes pasillos hasta llegar a la sala donde Reyna usualmente estaba. Él esperaba no encontrársela ahí, ya ella se supone que hubiera terminado sus labores, pero allí estaba: Sentada en la baranda del balcón arrancando las espinas de una rosa roja.

—¿Qué diablos haces?— Preguntó Nico.

—Descuida— Dijo Reyna observando las estrellas. —, no me pienso lanzar desde aquí.—

Cuando Nico la observó a los ojos notó dolor en ella. Aún seguía siendo esa Pretora fuerte, seria e independiente desde el primer día que la conoció, pero había algo más. Una antigua melancolía que la perseguía desde hacía ya siete años. —Más vale que no me estés mintiendo.— Dijo Nico, y se acercó a ella. Reyna sonrió y él comenzó a trenzarle el cabello. —Tenemos visita, Nick.— Dijo Reyna después de un largo silencio. Nico solo dejaba que tres personas le mostraran afecto. Reyna, Hazel y Will Solace..y de vez en cuando el pendejo de Jason.

—¿Los griegos?— Él se maldijo por tener rápido la imagen de Will Solace en su mente. Bájale dos rayitas a tus ilusiones, di Angelo. Pensó.

—No. Tal vez sean amigos, pero son de otra civilización. Son egipcios.—

—Diablos, ¿Tan bien existen los egipcios?—

Reyna ríe entre dientes. —Aparentemente. Son dos hermanos que vienen de un sitio llamado Nuevo Egipto.—

—Suena como Nueva Roma.—

—No me digas—Reyna le pegó un puño en el hombro, eso hizo a Nico sonreír. —. De todos modos, te recomiendo que tomes un baño y descanses. Mañana tenemos reunión con El Senado.—

Nico dio un aplauso y caminó hasta la puerta. —Genial, tengo que preparar el informe de lo que vimos en el Inframundo.—

—Era malo, ¿Verdad?— Dijo, observándolo.

—Peor de lo que esperábamos.— Diciendo eso se fue a las barracas dejándola sola. Reyna observó el cielo estrellado y se preguntó si su encuentro con los egipcios era casualidad o destino.

Nobles AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora