La maldita desgraciada no cierra el pico

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Las chicas localizaron una entrada a través de una puerta que daba acceso a la sala del trono del palacio de Hades. En el habían tronos enormes de los cuales Reyna sentía que ni los dioses podían llenar.

—Mira— Calipso apuntó a una celda de barras de luz  que estaba enterrada en el suelo. —, ahí deben de estar los dioses menores, incluyendo a tu madre.—

Reyna sintió como su nueva habilidad funcionaba nuevamente. Sentía sacrificio al rededor de esta sala del trono. En su mente la visión de Carter enfrentándose al Titán Océano giraban y la hacían pensar que tal vez Carter estaba muerto. Se miró las manos y observó el tatuaje que Carter le había dibujado en los establos, dijo que en cualquier caso que se separaran que lo contactara.

—Oye, Cal.

Cal se acercó. —¿Qué?—

Reyna le contó del tatuaje, Calipso sabía muy poco de magia egipcia, pero se las manejó para poder hacer el tatuaje funcionar. Reyna se logró comunicar con Carter, quien le dijo que después de la batalla con Océano fue expulsado de aquel salón y mandado a vagar por los pasillos del laberinto hasta encontrar las puertas del Tártaro nuevamente. Dijo que estaba siendo constantemente atacado por monstruos y que no creía que sobreviviría mucho tiempo, pero que haría hasta lo imposible por sacar a los demás del Tártaro.

—Ten cuidado.— Le dijo Reyna. —Por favor...—

Carter apretó los labios. —Lo tendré. Y ustedes también, chicas.—

Reyna asintió y de repente escuchó aplausos tras de ella. Quíone apareció sonriendo arrogantemente. La Pretor escuchaba estruendos y podía oler el inconfundible olor a agua salada. O Percy entró en acción, u Oceano

—Me conmueve, enserio que sí.

La diosa desapareció y apareció sentada en el trono mayor.

—Ese trono es demasiado grande para una pendeja como tu.— Dijo Reyna.

—Oh no, querida, este trono es justo de mi tamaño. Tal vez un poco pequeño.—

—Tal vez si no comieras tanto.— Masculló Calipso. —Te pudrirás, Quíone. Estás acabada, y lo sabes. Y los Titanes, ellos también están acabados.—

Quíone soltó unas risitas. —No diría acabados, Calipso. Uno de ellos sigue teniendo una conversación letal con Carter Kane. Él no es nada contra el poderoso Océano.—

A Reyna el corazón le fue a parar en su garganta. No mi Carter, pensó.

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