Susurros

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Cuando todo se había calmado Leo bajó hasta el cuarto de controles y continuó trabajando con unos planos de algo que él y Calipso llevaban tiempo trabajando. Pero él chico no se llevaba sintiendo bien, así que se dejó llevar por el
cansancio y cayó dormido sobre su escritorio.

Lamentablemente eso significó tener pesadillas. Él soñó con el laberinto de hielo rojo, cientos de semidioses asesinados en un campo, Calipso encerrada en Ogigia nuevamente, y lo peor de todo...su madre siendo consumida por las llamas hasta la muerte.

Leo despertó con el corazón acelerado y sudoroso. Malditas pesadillas. Pensó. Caminó hasta la ducha de su habitación y tomó un baño. Se observó en el espejo por un rato y pensó en lo mucho que había cambiado con el pasar del tiempo. No miradas tristes, no ojos llorosos, solo una sonrisa falsa. Pensó. Leo no era el más fuerte de los chicos, pero sin duda había ganado un cuerpo después de todo ese tiempo en la misión. Su cabello estaba completamente despeinado y su mente estaba peor que el laberinto de The Maze Runner. Valdez intentaba hacerse paso entre ese laberinto de pensamientos negativos que lo acechaban como si de monstruos del infierno se trataran. La muerte de su madre, él siendo la séptima rueda, la futura muerte de Calipso (él no quería pensar en eso). Él sabía que todo eso era su culpa, y solamente una opción le parecía viable, pero esta vez no había suero que lo trajera de vuelta.

—No, no, no. Valdez, no estás pensando en eso. Nooobs.— Se regañó así mismo.

Leo se vistió y al rato Percy bajó a ayudarlo con un par de cosas. Awkward, awkward, awkward. Era todo lo que Percy podía pensar.

—¿Recuerdas a Nike?— Preguntó Percy luego de un largo silencio.

—Emm...mhm, ¿Qué hay con ella? ¿Finalmente compró Adidas?—

Percy logró sacar una sonrisa. —¿Porqué me odias, Leo?—

Leo sintió ganas de lanzarle una bola de fuego a la carita Tumblr de Percy. —Yo no te odio,...tampoco son celos...simplemente... No me mal interpretes,  solo sé que siento algo que no sé si es positivo o negativo...¿Sabes qué? Trabaja o vete. No entiendo porqué este tema ahora.—

Percy observó la llave inglesa que sostenía y luego observó el océano. —Los eidolons.—

Leo se volteó para observarlo, su rostro estaba cubierto de grasa. —¿Ah?—

—Tu y yo comenzamos a detestarnos desde el incidente en Nueva Roma.— Especificó Percy.

Leo se encogió de hombros y siguió trabajando. Percy sabía que a Leo realmente le importaba un bledo, pero a él sí le afectaba y bastante. Su mente viajó hasta cuando conoció a Rachel E. Dare. Su pálida piel, sus pecas, sus ojos verdes. Él recordó cuando ella lo besó frente a Beckenford. De repente él sintió las emociones de Annabeth cada vez que él le hablaba a la ahora oráculo. Cerró sus ojos por unos momentos y se imaginó a Annabeth llorando hasta dormirse. -Oh, joven héroe.  Susurró una voz en su mente. Pero no era cualquier voz, era la voz del laberinto. Sí, Perseo. Te hablo a ti ¿Cómo puedes llamarte héroe cuando has causado tanto mal? ¿Cómo puedes llamarte héroe cuando dejaste a una chica esperando por ti? Cuando dejaste a tus amigos, a tu madre y a tu novia llorando meses por ti. Cuando provocaste que un chico se quitara la vida para probar de lo que era capaz ¡Abandonaste a Grover por un semidiós con graves problemas de orgullo! ¿Acaso no te encuentras arrepentido, Pereso? ¿Cómo te atreves a hacer tal cosa? ¡Por eso amo a los héroes! Siempre tan orgullosos pensando que blandiendo su espada salvarán el globo. Bueno, tal vez, pero dejan un Universo de destrucción a su paso. Pensaba que tu debilidad fatídica era la lealtad, Perseo, pero dime...¿Qué significa lealtad para ti?-

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