Olas de mar

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Annabeth estaba en otro mundo. Su mente se encontraba en blanco, se sentía torpe por estar así. Quería reaccionar y decirles a todos que debían, ¿Pero cómo hacerlo sin Percy? Leo y Frank intentaban convencerla de que debían seguir, ya ella comenzaba a pensar que tenían razón.

—Esto es demasiado duro para ella.— Dijo Piper, ella sentía el dolor de Annabeth desde kilómetros.

—Demasiado duro para todos.— Corrigió Frank. —¿Qué vamos a hacer ahora?—

—Bueno— dijo Jason —, el alma de Percy debería ir para algún lugar ¿no creen?

—¿Sugieres un acto funerario en el Inframundo?— Preguntó Leo.

—Eso, si Annabeth acepta, desde luego.—

—Percy era un héroe, desde luego que acepto.—

Jason tímidamente asintió y de su mochila sacó unos dracmas de oro e incienso. Annabeth y Leo se apuraron a coser una bandera de Poseidón con telas que Leo halló en su cinturón. Cuando terminaron, Jason esparció el incienso por el cuerpo de Percy mientras recitaba:

—Que Hades tenga piedad de tu alma y te guíe hacia los campos Elíseos junto con todos los héroes de la historia. Que tu alma encuentre la paz y descanse eternamente.—

Annabeth se mantuvo en silencio todo ese momento apretando sus puños fuertemente. Jason y Piper cubrieron el cuerpo con la bandera de Poseidón y Annabeth se levantó. Deja de llorar...deja de llorar...deja de llorar, pensó. Ella no podía sacarse de la mente todos los momentos que había pasado con Percy. Desde que lo conoció en aquella cama del la Casa Grande, hasta que se reencontró con esos ojos verde mar y esa sonrisa problemática hasta la última mirada de dolor de sus últimos momentos.

—Vámonos.— Ordenó. —Tenemos una perra que vencer y una muerte que vengar.—

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