El hijo de Juno

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La visión de Jason se volvió borrosa por un momento. Después de haberse limpiado sus anteojos la apreció mejor. Beryl Grace no era más que un costal de huesos bajo piel. Un cuerpo mal nutrido.

—¡Aguanta!— Gritó Jason con voz ronca. —¡Voy para allá!—

Jason respiró hondo y procedió a caminar paso a paso con cuidado. Él no sabía qué era peor: si el camino lleno de monstruos, o tener que soportar la discusión de Thalia después de esto. Recuerda, Hijo de Júpiter. Recuerda todo lo que les hizo.  Dijo Quíone en su mente.

¿Qué diablos estoy haciendo? se preguntó Jason.

—¡Dame una razón para salvarte!— Le gritó Jason a Beryl. —¡Nos abandonaste! ¡Nunca te importamos! ¡Nunca nos quisiste! ¡Siempre estuviste pensando solamente en ti!—

Beryl Grace no contestó eso. Ella sabía que él tenía razón. Antes de darse cuenta ya Jason había cruzado el puente y estaba frente a ella.

—Juno te ha criado bien, Jason Grace.— Dijo Beryl con dolor.

—Desde luego— Dijo Jason con orgullo —, soy un hijo de Juno.—

Beryl no dijo palabra alguna. ¿Qué diablos estoy haciendo? se preguntó. Él vivió sin Beryl toda su vida, ¿Qué le hacía pensar que la necesitaba ahora? Pero luego recordó que un héroe no actúa así. Un héroe no te juzga de esa manera. Tomó sus dagas y cortó las sogas que la mantenían atada al tubo.

Cuando la tomó en sus brazos su corazón se rompió en pedazos. Sintió compasión, y tal vez un poco de ese amor de hijo que siempre había estado ahí.

—Vámonos a casa.— Le susurró Jason a Beryl. —Y por favor, has las cosas bien esta vez.—

Beryl asintió y Jason hizo que dese apoyara de él. Cuando ambos iban a cruzar el puente Jason gritó:

—¡Muy bien, Quíone! ¡He ganado! ¡Deja ir a mi madre!—

Quíone se materializó frente a ellos con una gélida sonrisa. —Ya lo veo, pero hay algo aquí mal, Señor Grace.—

—¿Dé que hablas? Le he salvado la vida ¡Teníamos un trato! Tú dijiste-

Quíone le congeló la lengua.

—Uh uh, Jason Grace. Dije las almas del Inframundo, nunca hablé nada de las almas condenadas al Tártaro. Ella se quedará aquí.—

Ella le descongeló la lengua y apretó su puño. Jason abrazó a Beryl, quien le acariciaba el cabello como diciéndole: todo estará bien...

—Por favor, No...No te vayas. Quíone no hagas esto por favor...— suplicaba Jason, llorando.

Quíone sonrió perversamente y apretó su puño. Poco a poco Beryl se desvanecía nuevamente, esta vez para siempre.

—¡NO!— Gritaba Jason a medida que veía como su madre desaparecía.—¡NO, POR FAVOR NO!—

Cuando se volteó Quíone ya no estaba. Jason se encontraba completamente solo. Cayó de rodillas a medida que cientos de memorias antiguas volvían a su mente. Recordó estar frente a Lupa, recordaba a Beryl bebiendo hasta emborracharse, recordaba a Thalia llorando todas las noches. Pero era demasiado tarde, él quería a su madre mucho. —Mamá...— susurró con la voz rota.

—¡LLÉVAME!— Gritó a todo pulmón. —¡TOMA MI ALMA!—

Se cubrió el rostro con sus manos envueltas en vendajes sucios y lloró amargamente.

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