No es tu desicióm

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Al estar en el Inframundo a Nico no le hacía falta una Cajita Feliz para invocar muertos, con solo llamar al nombre de Percy bastó para que se materializara frente a él.

Percy lucía aterrado, como si no pudiera creer todo lo que estaba sucediendo. —Qué- ¿Qué está pasando?— Percy preguntó.

Nico lo logró materializar para que se viera más humano. —Percy, ¿Qué pasó allá? ¿Qué te sucedió?—

Percy intentó recordar, él sentía como si tuviera miles de abejas picándole el cerebro en esos momentos. —Una flecha. Fue una flecha envenenada.— Dijo. —¿Dónde están mi madre y los demás? ¿dónde está Annabeth?—

—Annabeth debe de estar con los otros, Percy. Cálmate. Todo estará bien.—

Nico sabía que esos intentos eran infructuosos, Percy no estaba cerca de calmarse en ningún momento.

—Tengo que buscarlos, tengo que saber si están bien, Dioses, yo–

—¡Percy!—

Percy observó a Nico. Él mantenía su mano cerca de su corazón, como si estuviera planeando algo.

—¿Qué tramas, di Angelo?

—Lo único que podría salvarte la vida.

—Nico...

Percy casi pudo leerle la mente, él sabía lo que Nico estaba por hacer.

—No. No harás lo que hiciste con Reyna.—

—Tu harías lo mismo por mi si pudieras, Jackson. No es la gran cosa.—

Nico se acercó lo más que pudo a él y antes que Percy pudiera si quiera alejarse Nico ejerció presión sobre su pecho y el fantasma de Percy desapareció. Ya está hecho, pensó Nico. Él se miró los brazos buscando algún indicio que dijera que él era un dios, pero se sentía bastante normal. 

Nico miró a su alrededor y se disolvió en las sombras.

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