Nobles Almas

Bendecida

Percy había convencido al grupo de al menos tener doce horas de sueño ininterrumpido. Todos habían cedido sin chistar y se fueron a sus cuartos con sus respectivas parejas. Tal vez porque se sentían más seguros de las pesadillas o de que tal vez porque sabían no todos volverían a casa.
•••

Reyna no podía conciliar el sueño sin importar cuanto lo intentara. Siempre las bestias del Tártaro y las palabras de la piedra de Rosetta la cazaban como si se trataran de lobos hambrientos buscando por presas que cazar.

Reyna despertó de golpe en sudor frío con su último sueño. Se sentó al borde de la cama y contempló una taza de café a medio tomar de hacia solo un rato. Alguien tocó a su puerta, no era nada más ni nada menos que Carter.

—¿Tampoco has dormido nada?— Preguntó Reyna.

Carter asintió. —Me levanté para tomar agua cuando vi la puerta de tu habitación entreabierta y te encuentro aquí.— El chico hizo una pausa contemplando el café a medias de su novia. —¿Qué sucede?— Preguntó —¿No puedes-

Reyna negó. —He tenido pesadillas.—

Carter resopló sintiéndose ligeramente culpable por la situación. —Debí haberme quedado.—

—No es tu culpa, fui muy tímida como para pedírtelo.—

Carter cerró la puerta y se sentó a su lado. —¿Quieres que me quede, Majestad?—

Reyna tímidamente asintió y dejó caer su cabeza sobre el hombro de él. Carter suavemente le acarició la parte posterior del cuello y le dejó besos en la sien a medida que ambos se acostaban en la cama. Carter se acostó a su la abrazó fuertemente y sintió como la respiración de Reyna se calmaba poco a poco. La contempló por unos segundos mientras le oraba a todos los dioses que la protegieran de las pesadillas. Él no cerró sus ojos hasta asegurarse de que ella, su reina, estuviera durmiendo en paz.