«Charlie Everson» (Parte uno)

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Quince.

(Parte uno).

Mis ojos se cerraban a medida que avanzábamos más, y más. Pero me negaba a dormir. Conduciendo de noche, cansado, y además con una persona durmiendo a tu lado derecho, se creaba un lindo patrón para que te diera aún más sueño. Decidí encender la radio para aligerar el ambiente y meter un poco de ruido.

—Duerme un poco, muñeca. —Ordenó en voz baja. Lo miré, con los ojos un poco entrecerrados.

—Pero estás conduciendo. No quiero que tengamos un accidente. —Contesté en un susurro, casi opacado por la música de una radio local. El me regaló una media sonrisa. Lo observé unos segundos y luego suspiré. Le tomé la derecha, que sacaría de la palanca de cambios y la acaricié suavemente. Él se giró a mirarme unos segundos, para luego volver su vista a la carretera. Llevábamos tres horas de viaje, y desde Sydney a Canberra eran un total de seis horas.

—Duerme un poco. Pronto pararé por un café o algo así. —Me dijo concentrado en la carretera. Suspiré y me estire un poco, intentando acomodarme.

—Cuando pares conduzco yo.

Tuve un sueño agradable. Justin y yo estábamos sentados en una manta de color violeta, en el antejardín de una casa grande, y elegante. Dos niños corrían, el sol brillaba, y Damon salía de la puerta de la casa para sentarse junto a nosotros. Luego, llegaba Kendall y los niños corrían a abrazarla. Los tres mirábamos a Kendall. De pronto, desperté de golpe sin saber porque. Miré a mí alrededor. La pequeña y tenue luz del techo del auto estaba encendida. Llovía a mares, y el asiento del conductor estaba vacío. Me alarmé. No sabía dónde estaba, aún era de noche, madrugada. Y me encontraba sola. Miré hacia mi lado izquierdo, y tan solo entonces note que estábamos parados en una estación de servicio. Todo era hecho de cristal dentro, y podía ver que no había más de cinco personas, más tres en el mostrador. Entonces reconocí a Justin. Pagó unas cosas y tomó una bolsa de papel. Luego, con la otra mano tomó un vasito, se puso la capucha de la chaqueta negra que usaba y se movió rápido hasta el auto. Puso la bolsa con cuidado en la parte de atrás y el vasito en el portavasos.

—Despertaste. —Me miró y acarició levemente mi mejilla. Me apartó un cabello de la cara. Encendió el auto.

—¿Dónde estamos? ¿Cuándo comenzó a llover? —Pregunté.

—Estamos a dos horas. —Suspiró. —Y comenzó a llover hace poco. Unos cuarenta minutos.

—Deja que conduzca yo. —Le dije mirándolo a los ojos. Justin se negó.

—Está lloviendo y es peligroso. —contestó. Entonces abrí mi puerta con el auto comenzando a andar, y lo miré enojada.

—Baja.

Él suspiró abatido, rodó los ojos y paró el auto. Me bajé rápidamente, y me cambié de puesto con él. Cuando ya nos hubimos acomodado, eché a andar el auto por segunda vez y me metí a la mojada carretera. Obligué a Justin a dormir, aunque se negara. Cerraba sus ojos un par de minutos y luego despertaba y se me quedaba mirando un rato. Justin me hizo bajar del auto nuevamente cuando ya nos metimos a la ciudad. Habíamos llegado a la maldita capital de Sydney.

Canberra era una buena ciudad. Buenos trabajos, buenos lugares y buena gente. De noche era lindo, y de día aún más. Pero no era tan genial como lo era Sydney.

Sydney era una de las ciudades más pobladas de Australia, por lo que estaba bastante saturada. Como New York. Era algo así como, donde caben mil personas, caben mil y un personas.

Justin se metió por una serie de calles mientras hablaba por teléfono. Oh si, era muy rudo. Me había hecho abrir la bolsa y prácticamente me había obligado a comer algo, ya que mi última comida fue el almuerzo del día anterior. Eran las seis y media de la mañana y el cielo aún estaba oscuro por el potente horario de verano. Lo bueno era que las tardes eran mejores si se oscurecía más tarde. Saqué un sándwich de la bolsa y le di un mordisco. Justin seguía hablando con una persona que yo desconocía. Le puse el sándwich cerca de los labios y mientras se reía comió un poco.

BANG ll: Explosion of love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora