Capítulo 39: Todo fue en vano.

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Voy a mi habitación —Anunció Jane mientras se ponía en pie.

Miró a su padre por un momento y este le respondió con una sonrisa.

-Jane —Dijo él — Voy a hablar con tu madre y en un momento iré contigo.

Jane observó a sus padres sentados en la sala, lugar donde minutos antes había fingido conversar en armonía con ellos, como una verdadera y angelical familia. Era patético, pues a pesar de cuanto quisieran aparentar era más que claro que la relación entre todos ellos estaba más que perdida, como muchas otras cosas en su vida.

Jane entró a su habitación con ojos nublados por las lágrimas, se aproximó la cama y se recostó. Quiso detener el llanto pero no pudo, estaba llena de frustración y de enojo. Estaba furiosa con su padre por ser tan inconsciente e irresponsable; con su madre por la actitud que tomaba en situaciones difíciles, aparentado que nada le interesaba; con Shane, porque tenía el poder y control sobre ella, y porque siempre tenía que ser él quien solucionara sus problemas; con la vida que le había tocado vivir, porque la sentía la más miserable de todas; y sobre todo, consigo misma por ser tan estúpida y no tener el valor de hacer las cosas de manera correcta.

En ese momento no se sentía como creyó que se iba a sentir. Haberse humillado ante Shane, haber quedado a su disposición sólo para que su padre tuviera esa libertad, que ella y su madre jamás hubieran podido pagar. Ahora no se sentía maravillada. Era cierto, su padre estaba libre gracias a la petición que le hizo Shane, pero ¿a qué precio?, ¿realmente valía la pena a ver ayudado a su padre a cambio de su propia liberta?

De repente, ahí sola, se convenció de que no. Porque ahora su padre estaba libre pero, ¿y ella?

Jane apretó los puños llena de rabia, ahora ella estaba encerrada otra vez.

Suspiró cansada y se levantó de la cama, se metió a bañar y cuando hubo terminado eligió del closet un atuendo para salir. Prefirió un vestido negro ajustado al cuerpo con abrigo de color negro que le llegaba a las rodillas y que hacía la combinación perfecta. Se onduló un poco el largo cabello rubio y se maquilló los ojos con sombras obscuras y  finalmente le dio color a sus labios con labial rojo sangre.

-¿Jane, puedo pasar? —Escuchó a su padre cuestionar detrás de la puerta. Jane se sentó en el borde del colchón y pronunció débil: —Pasa, está abierto.

Los ojos de Stefan la escudriñaron con atención al abrir la puerta, Jane supo por qué lo hacía: llevaba una pésima pinta. Tenía ojos rojos, lo cual era clara evidencia que había llorado; sentía los hombros pesados, como si estos pesaran toneladas y sabía que eso era apreciable a simple vista; además, cuando se bañó notó que la piel de su rostro estaba pálida y que ella entera se veía sin vida.

-Sé que lo que hiciste por mí ha sido muy duro —Pronunció él luego de algunos minutos.

Jane rodó los ojos sin poder evitarlo.

-Pff —Resoplo.

-Y quiero agradecerte por ello, pero Jane… no tenías que hacerlo…

-¡Claro que sí! —Gritó exasperada — ¡Lo último que quería en mi vida era que mi padre pasara años encerrado en una cárcel!

-Lo sé, Jane…

-Lo cual debí haber pensado con calma porque eso es igual a lo que ha sucedido siempre. Tú nunca has estado, y que hubieras estado en la cárcel era exactamente lo mismo. Joder cómo no lo pensé antes —Ironizó ella.

Mi Mejor AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora