Capítulo 8: un nuevo día

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La mañana había comenzado como cualquier otra pero para Jane todo, absolutamente todo, era distinto. Se sentía sin ánimos, dolida, triste, llena de heridas incurables y perdurables por siempre.

Se despertó con calma, se tomó su tiempo para estirarse y para observar unos minutos el techo de su habitación. Cerró los ojos al cabo de unos minutos y otra lágrima escapó de sus ojos sin pudor alguno. Estaba consciente de clase persona que había sido hasta ahora y de todo lo que había hecho pero jamás se había sentido como hoy. Sin Shane todo era distinto y por mucho que le costaba admitirlo, no podía imaginarse una vida sin él. Lo quería como jamás había querido a otro chico y con él había pasado las mejores épocas de su vida ¿Cómo recuperarse de esto tan rápido? ¿Podía realmente perdonarlo? Sabía que esa no era una posibilidad, que a pesar de que ella ya había faltado varias veces a su noviazgo, ahora no podía hacer como si nada pasara. Jane no era buena para olvidar y estaba segura que cuando quisiera besar a Shane, Kenya iba aparecer por arte de magia en su mente.

Se levantó con pesadez y se dirigió al espejo del tocador, se miró a sí misma y pudo reconocer la tristeza y la decepción en sus ojos y se preguntó si existía una medicina que pudiera curarla. Obviamente sabía que eso no era cosa de tomar una pastilla.

Después de arreglarse bajó al comedor donde le esperaba ya su desayuno.

-Buenos días —Dijo Jennifer la madre de Jane. Estaba sentada en el comedor con la mirada fija en su hija y con una cucharada de comida delante de su boca.

-Mm —Gruñó Jane sin ánimos siquiera para hablar. Se sentó delante del plato con poca comida como siempre lo pedía, lo observó y estrujó.

-¿No tienes hambre? —Cuestionó su madre mirándola con atención, Jane negó lentamente.—¿Te peleaste con Shane? —Indagó con cautela para suavizar la reacción de su hija pero esta no respondió. —¿Iras a la escuela el lunes? —Preguntó tratando de cambiar a un tema más sencillo para ella. Sabía que Jane no había asistido en los últimos días.

-No mamá —Respondió Jane con voz seca. Se puso de pie antes de que su madre siguiera bombardeándola con preguntas como esas —Me voy —Se despidió mientras caminaba hacia la salida.

-¿Vas a salir así? —Cuestionó su madre con otro tono de voz, con ese que le taladraba los oídos a Jane siempre que lo usaba.

-Sí, así voy a salir —Giró hacia su madre y se señaló así misma de manera retadora —¿Algún problema? ¿O quieres que me ponga algo ridículo de tu closet? —Habló del mismo modo.

-¡Jane! —Exclamó Jennifer asombrada. Jane retomó su camino ignorando los gritos furiosos de su madre. Esto no era extraño para ella, su madre siempre de los siempre le criticaba la manera en que vestía pero hoy no estaba para aguantarla.

Emprendió camino una vez en la calle sin rumbo fijo, estaba sin auto pues no le apetecía conducir, pensar era mucho más sencillo si iba caminando…

Se sentó en la mesa que estaba de frente al mar con la intensión de contemplarlo claramente. Había llegado al restaurant “Bandidos” después de caminar media hora por el pueblo. El sitio era tranquilo y acogedor, no era grande era más que una palapa hecha de palma que estaba al aire libre, solamente la cocina se encontraba en un pequeño cuarto a la entrada del lugar.

-Bueno días Jane —Saludó Faber, quien por ahora trabajaba los domingos ayudándole a su madre con su restaurant.

-Hola —Respondió Jane lo más amable que pudo.

-Aquí tienes la carta en unos minutos vuelvo para ver que pedirás —Jane asintió sin mirarlo. Miró la carta por unos segundos y cuando decidió que pedir la dejó a un lado esperando que Faber volviera.

Mi Mejor AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora