Capítulo 40: Graduación.

1.1K 42 4
                                    

-Tom ¿ya estás listo? —Cuestionó Any por enésima vez.

Tom continuó mirando su reflejo en el espejo mientras acomodaba sus rastas negras de manera que se vieran mejor. Observó su ropa por última vez y se acomodó la chamarra de cuero, entonces volvió el cuerpo hacia Any quien lo miraba ensimismada desde el marco de la puerta.

-Ya terminé —Dijo sonriendo pero Any continuó mirándolo de la misma manera sin poder evitarlo, e incluso tardó unos segundos en reaccionar y cuando lo hizo sólo pudo dibujar una tonta sonrisa de enamorada en sus labios.

Tom avanzó hacia ella y salieron juntos de la habitación.

-Bill está listo desde hace mucho —Comentó ella mientras caminaban.

-¡Ehh! eso es raro. Él jamás se arregla tan rápido.

-Sí, dijo que se apuró para no dejarme sola, así como alguien lo hizo —Ironizó.

-Tenía que terminar de vestirme y todo lo demás —Any rio y Tom supo por qué, se había tardado más de treinta minutos haciéndolo.

Cuando llegaron a la sala Bill continuaba mirando un documental sobre animales silvestres, se levantó poco motivado y hasta un poco adormitado; había esperado demasiado.

-Casi se queda dormido —Dijo Any mirándolo con una sonrisa burlona —Creo que mi compañía realmente le es aburrida.

-¡Para nada! —Exclamó inmediatamente. — Lo que sucede es que Tom no suele tardarse más de quince minutos para arreglarse. Hoy has roto incluso mi record. —Any soltó una carcajada y los hermanos comenzaron a reír también.

-¿Y mamá? —Preguntó Tom entre risas.

-Se fue a casa de su novio y dijo que te la pasaras bien en la fiesta y que a lo mejor llegaba más tarde —Respondió Bill con más seriedad.

Tom suspiró profundamente pensando en su madre, a pesar de que habían pasado dos semanas desde que estuvo en la cárcel del pueblo, su madre seguía resentida con él. Aún no lograba que le hablara con la naturalidad que lo hacía antes.

En estos días había hecho todo lo posible para contentarla pero lo cierto era que su madre no era de esas mujeres que se doblegaban tan fácilmente, y él lo sabía. Era un paso realmente grande el que fuera asistir a su fiesta, al menos eso le daba consuelo.

La obscuridad había invadido todo a su paso como cada noche, afortunadamente el frio no calaba tanto como en meses pasados y sólo acompañaba una fresca brisa del mar de la cual nadie quería escapar.

Bajaron del auto y se encaminaron hacia la entrada de la casa. Tom alzó la mirada al imponente portón y fijó sus ojos en la enorme manta que estaba colgada en lo alto, justo en medio de las rejas, en la que decía “Por fin nos graduamos” “Bienvenidos”.

-Nuestros muchachos han crecido —Dijo Jaime y los demás comenzaron a reír. Faber la fulminó con la mirada fingiendo estar muy molesto.

-¿Ya habrá llegado Lina? —Cuestionó poco después.

-No creo, teniendo en cuenta cuanto se tarda en arreglarse —Respondió Tom.

-Déjalo ya, hermanito —Se burló Jaime —Que aún no es tu novia y ya tratas de controlarla.

-¡Qué! ¿Novia? AJAJA en sus sueños…

-Supongamos que te creo —Se volvió a burlar Jaime y comenzó a caminar hacia el portón abierto de par en par dándoles una bienvenida aún más esplendida que la que les había dado la enorme manta.

Mi Mejor AmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora