Capitulo 8

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— Me duele el estomago —me quejé.

— ¿Como no te iría a doler? —preguntó el cucho con ironía—. Comiste como loca anoche.

— Pero no te amargues, anciano —bufe.

— No me interesa.

Me paré de la cama.

— ¿Y donde están mis dos zopencos? —le pregunté a Irak.

— Al otro lado del castillo —contestó—. Sus habitaciones no se situaron en esta parte del castillo, lo lamentamos —no demostró ningún interés.

— ¿Quien te hizo así? —pregunté.

— ¿De que habla?

— Olvídalo, lo descubriré yo misma.

— Soy educado —se encogió de hombros.

— ¿Me estas diciendo mal educada? —pregunté con indignación.

Rodó los ojos.

— Usted y yo vamos a hacer muchas cosas hoy —se paro de la silla—. Tenemos que empezar las clases, recorrer el castillo.

— Haremos todo —sonreí—. Bueno, lo de las clases tal vez no, pero...

— Usted misma lo dijo, haremos todo hoy —se acercó a mi—. Albert y Palmer ya están empezando sus clases.

Arrugue mi nariz.

— No puedes ser más aburrido ¿verdad?

— Y usted no puede ser más adorable ¿verdad? —llevó su mano a mi mejilla.

Era tan cálido.

¿En que estaba pensando?

— ¡¿Adorable?! —retrocedí—. ¡Estas loco, no soy adorable! Vete al diablo.

— Arréglate —me miró de abajo hacia arriba—. Le doy quince minutos.

— Ve a darle tiempo a tú padre, y me demoraré todo lo que yo quie...

— Mal criada —masculló antes de salir de la habitación.

Gire sobre mis talones y busque mi maleta.

Tenía que acomodar la ropa que tenia en esa maleta, y sacar la demás a la basura.

— Que inteligente, Harmony —me felicité.

Suspiré.

¿Que me ponía?

Cogí unas botas negras.

— No te vayas a poner camisas grandes —se escuchó el grito de Irak—. Ve al armario, allá hay muchas blusas.

— ¡Mantén tu maldita boca cerrada! —exclamé.

Cogí un suéter de lana blanco, y mis típicos jeans.

— Te jodes, nombre de país —grité.

Sonreí y me metí al baño.

* * *

— Es increíble que no me haya hecho caso —murmuró enojado.

Seguíamos recorriendo el castillo.

Ya habíamos recorrido como diez habitaciones, donde se podían apreciar retratos de antiguos reyes, cosas que pertenecían a ellos, entre más.

También había bibliotecas que de seguro a Palmer le iban a encantar.

— Por lo menos se puso una blusa debajo de ese suéter ¿verdad? —preguntó con el ceño fruncido.

Mordí mi labio inferior.

Nueva princesa, nuevo problema [LHC #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora