Capitulo 31

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¿Debí de haberle hablado así?

Me sentía horrible.

Después de ver su rostro descompuesto me toco irme del jardín como si nada hubiera pasado.

En ese preciso momento me estaba odiando.

— ¿Podrías dejar de dar vueltas? —preguntó Kelly, irritada. 

La miré.

— No —susurré.

— ¿Qué te sucede?

— Le hablé horrible a Irak —gruñí—. Aunque era valido, ya estaba hasta el límite —apreté mis labios. 

— ¿Te hizo algo?

— Más o menos —alcé los hombros. 

— Ve y le hablas, no seas gallina.

La miré mal.

— ¿Y si no me quiere hablar? —me acerqué a ella. 

— ¿Le insistes?

Gruñí.

— No he tenido muchas amigas, así que no puedo manejar esto.

— ¿Qué? —murmuré. 

— Pues... al ser princesa o algo parecido que contenga fama, no es sencillo. No sabes en quien confiar, no sabes quienes son tus verdaderos amigos

Fruncí mi ceño.

— Mira, tú eres un ejemplo —me señaló—. Este reino esta en unos de los mejores puestos, están bien económicamente, en todo..  y pues... —bostezó.

— ¿Pues qué? —pregunté. 

Odiaba que la gente me dejara con la intriga.

— Pues muchos príncipes, o reyes, querrán pedirte matrimonio y todo eso —sonrió—. Por más que trates de conocer a alguien, esa persona siempre estará ocultando algo, bueno o malo, amigos no existen solo compañeros.

Incliné mi cabeza a un lado.

— ¿Te han traicionado mucho? —pregunté cansada. 

Ya tenía sueño.

— Me iba a casar hace unos meses, pero descubrí que mi futuro esposo... —cubrió su cara con sus manos.

Me senté a su lado.

— Eso sucedió por algo —le di unas palmadas en la espalda—. ¿Qué pasaría si todavía estuvieras creyendo su cuento?

— Estaría viviendo un cuento de hadas.

Arrugué mi nariz.

— Los cuentos de hadas son falsos, vives en una ilusión que tú mismo creas, nada de lo que estás viviendo es real, es una simple y cruel mentira —terminó de hablar.

— No te gustan las mentiras —aseguré.

— Odio las mentiras —gruñó—. No es que sea la persona más sincera del mundo, pero no seria capaz de ocultar algo que va a lastimar a alguien —secó sus lágrimas.

— Al fin tenemos algo en común.

— ¿Te gusta el vodka? —me miró.

— ¿Tienes whisky? —mordí mi labio inferior.

— ¿Qué clase de princesa triste no tiene eso?

Reí.

— ¿Te gustaría contar los tragos hasta perder la cuenta? —pregunté.

Nueva princesa, nuevo problema [LHC #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora