Capítulo dieciesiete.

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¡Hola, cosas guapas!

He vuelto, por fin, espero que os alegre. :P

Vuelvo a pedir perdón por la tardanza, y también quiero daros las gracias por todas las visitas, votos, comentarios, y por añadirme a vuestras listas de lectura, que significa el mundo para mí, y lo necesito muchísimo para saber qué os parece.

Espero que os guste.

Un besote enorme. :)

P.D: Gracias a mi Martita por dedicarme su último capítulo por mi cumple, que fue el día 12 de Septiembre, y me hizo muchísima ilusión. ^.^

¡Espero que lo disfrutéis!

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Madre mía.

Menuda estampa.

Imaginemos la escena.

Pongámonos en situación.

Ahí estábamos los dos.

Jesús, por un lado, estaba tirado en la cama, bocarriba, mirando al techo, con las manos cruzadas sobre su pecho, tarareando una canción en bajito, mientras movía al compás los dedos de las manos y los pies, con sutileza, como si de un videoclip de un artista de pop cutre se tratase.

Por mi parte, yo había decidido sentarme en el borde de la cama, tan alejada de él como me era posible, mientras me mordía las uñas, como si fuese la actividad más entretenida del mundo.

No me molestaba tanto tener que soportarle en grupo, porque podía ignorarle, pero estar con el a solas, y encerrada, hacía que me sintiese violenta, que me acordase de lo subnormal que me parecía, y que mi asco hacia su persona aumentase de forma considerable.

Había decidido que no le odiaba, porque eso sería darle demasiada importancia, pero que no le aguantaba, era un hecho.

No parecía que ninguno de los dos fuésemos a decir ni una sola palabra, y no estaba segura de cómo lo íbamos a hacer para salir de la habitación sin que el resto se enfadase con nosotros, pero, tampoco pensaba buscar un plan para ello.

Un momento...

- Buah, qué gilipollas. - dije en voz alta. Suspiré pesadamente, y me erguí en mi sitio, siendo ahora consciente de lo que estaba pasando.

Jesús paró sus movimientos de golpe, y habló, dirigiéndose a mí - como si hubiese alguien más en la habitación - con su característica simpatía - nótese la ironía. -

- Eh, niñata, tú a mí no me insultes, que yo no te he dicho nada. -

Vaya. Creía que se había relajado un poco estos días, pero se ve que no. Seguía siendo un maldito gilipollas conmigo.

Más razones para no querer ni respirar el mismo aire que él.

Me giré, mirándole con mi mejor cara de asco, y él no me miraba con un gesto mejor - para ser honestos.-

- ¿Qué dices tú ahora, chico? No estaba hablando de ti. -

- Ya... - dijo, no creyéndome en absoluto.

- Qué creído te lo tienes. Repito, no hablaba de ti, pero tú piensa lo que te salga de los huevos. Me la trae un poquito al pairo. -

- Qué bien hablas - dijo, con forzado sarcasmo. - Suponía que eras tonta, pero tanto como para hablar sola... -

Esto era el colmo.

Me reí cínicamente.

- Lo decía porque acabo de darme cuenta de que esta mierda la han planeado ellos cuando yo estaba aquí con Hugo, y tú en no sé dónde. Por eso he dicho que son gilipollas. Hablar solo no es de tontos, creerse el puto culo del mundo y faltar el respeto a la primera de cambio, sí. -

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora