Capítulo dos.

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Me desperté al ritmo de uno de los tonos de alarma más potentes que mi dispositivo me proporcionaba. No me gustaba poner canciones porque acababa odiándolas, así que supongo que un tono algo fuerte y a todo volumen, serviría.

Era la quinta alarma que sonaba, tenía un sueño muy pesado y no me fiaba de despertarme con menos, así que la apagué, miré el reloj del móvil, y sí, definitivamente, eran las siete en punto.

Le agradecí a mi yo del pasado el hecho de haber decidido ducharme anoche, si no lo hubiese hecho, me debería haber levantado una hora antes, y, con el sueño que tenía, dudo que eso hubiese sido posible.

Me vestí, desayuné, me maquillé lo justo para tapar algunos granitos y resaltarme los ojos, me peiné lo mejor que pude, intentando dominar mi pelo suelto, y me lavé los dientes, para finalmente ponerme en marcha hacia el instituto.

Mi padre y mi madre estaban trabajando, mi hermana acababa de irse, y mi hermano seguía durmiendo, así que no tuve que despedirme de nadie.
Cogí las llaves, y salí, no sin antes asegurarme de que las chicas también se dirigían hacia allí.

- Vale, ¿Qué os apostáis a que hoy tarda tres minutos?. -

- Tres es poco, Noa. Yo creo que tarda cuatro. Al límite, como siempre, ¿A que sí, _______?. -

- Mira, yo sólo espero que no tarde cinco, porque son justo los que quedan para entrar, y siempre acabamos llegando tarde por su culpa. -

María llegaba tarde, como siempre, así que cuando vi aparecer su melena por la esquina más cercana al instituto, la miré con la mejor cara de asesina en serie que supe poner.

- Lo siento chicas, mi madre me ha pedido que recogiese unas cosas... -

- Mira tía, que yo te entiendo, pero si vuelves a llegar tarde no te esperamos, entramos nosotras y ya luego cuando quieras pasas tú, que al final nos van a decir algo a todas por tu culpa. -

- Vaaaaaale, perdón. No vuelvo a llegar tarde, en serio. -

- Más te vale, guapa. - Le dijo Noa con una media sonrisa, pero ojos acusadores.

Olalla no iba a reprocharle nada. Las tres sabíamos que de buena era tonta, y era capaz de quedarse sola esperando a María si a nosotras se nos ocurriese alguna vez irnos sin ella.
Era la que hacía que reinase la calma entre todas nosotras, siempre conseguía solucionarlo todo, y debíamos agradecérselo.

Nos sentamos cada una en nuestros sitios, y como aún no había llegado la profesora, y faltaban varios alumnos, nos pusimos a hablar.

- Ah, ¿Sabéis qué? Ayer me dijeron que los tres chicos estos nuevos, se han mudado aquí por no sé qué. - Nos informó María.

- Joder tía, no sé cómo lo haces para enterarte la primera de todo. Pues ya son ganas. Mudarte, dejando a tu familia y amigos... yo no podría.- comentó Noa.

- Ya sabes querida, tengo mis fuentes. - No pude evitar reírme ante la mueca de orgullo que hizo María, como si fuese la periodista más importante del país.- La verdad es que tiene que ser una faena. -

- Jó, pobrecitos, seguro que no tienen con quien juntarse, yo creo que tampoco podría irme sin vosotras a ningún sitio... me pongo mala solo de pensarlo. - dijo Olalla.

- Pues a mí me dan bastante igual. - comenté yo.- Además, eso de que no tienen con quien juntarse... son tres, se tienen entre ellos, y si contamos con que en el poco rato que estuvimos aquí ayer no se separaron ni de Zaida ni de Laura... tienen compañía, mala, pero la tienen. -

Justo en ese momento, Zaida entró a clase colgada del brazo de uno de los gemelos,
detrás de ellos venía Laura, charlando con el otro hermano, y el otro chico nuevo.

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora