Capítulo treinta y nueve.

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Me quedé callada, deseando que la tierra me tragase en ese mismo momento.

No habíamos hablado del "momento película" - para que nos entendamos - desde que pasó, y tampoco había pasado nada de ese calibre entre nosotros desde entonces.

Di por hecho que había sido algo aislado, un impulso del momento, sin más.

Pero, o esto era otro impulso, o había cosas que no me terminaban de cuadrar.

- ¿Por qué sales con eso ahora?. - pregunté, sin bajar mi tono de voz.

- ¿Por qué no?. - contestó, tranquilamente.

- Porque no tiene sentido. ¿Qué más te da a ti lo que haga con David?. -

Apretó con fuerza las mandíbulas, otra vez.

- Porque tú lo digas. Solo te digo que deberías estar más atenta, y no hacer un día una cosa, para luego hacer otra. - dijo.

- ¿Más atenta? ¿Qué dices?. Explícate, Jesús, porque no te entiendo una mierda. - empezaba a frustrarme.

- Joder, _____, que no te enteras de nada. - respondió, pasándose la mano por su tupé azabache, medio indignado.

- Joder Jesús, que no soy adivina, no tengo súper poderes, dime de qué coño estás hablando, y acabamos antes. - estaba perdidísima.

Él suspiró, mirando al suelo, y creí ver algo de temor en sus ojos cuando volvió a centrar su vista en mí.

- ¿De verdad te crees que me pongo a acariciarle la mano a todas mis amigas, y que las trato como te trato a ti, _____? ¿En serio?. -

Me gustó esa respuesta. Me gustó mucho, pero era la primera vez que me enfrentaba a una conversación así, con alguien que de verdad me importaba, y no sabía dónde meterme.

- ¿...Sí?. - respondí.

Él sólo resopló.

- Pues no, ____, no. - contestó, obvio, y se me quedó mirando unos segundos.

- ¿Te puedo hacer una pregunta?. -

Señor Jesucristo. Qué querría ahora.

Yo ya no sabía qué esperarme, y me daba miedo oír su pregunta.

- Dime. - fue lo único que atiné a decir.

- Pero necesito que seas muy sincera. Muchísimo. - me pidió.

- Que sí. - comenzaba a impacientarme.

- ¿Me lo juras?. - rodé los ojos.

- O me preguntas ya, o no te respondo. -

Me arrepentí de haber dicho esa frase dos segundos después, cuando por fin la formuló.

- Yo... ¿Te gusto?. - se paró un momento. - O-o ¿Te hago gracia, o algo así?. - sonaba algo tímido, y se me antojó adorable.

_____, por Dios, concéntrate.

Bajé la mirada, y me senté en el banco, a su lado. - sólo veía sus piernas, dado que él seguía sentado en el respaldo - .

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora