Capítulo veintitrés.

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- Jesús, ¿Puedes acompañarme a por unos libros?. - Dijo Zaida.

- ¿Para qué?. - Respondió Jesús, mientras tecleaba en el portátil, casi finalizando nuestro trabajo.

- Para la bibliografía. Es que la tenemos que poner ahora, y busqué información en unos libros del despacho de mi padre, pero es que están en la balda de arriba, y no llego a cogerlos. -

Llamadme loca, pero sonreí para mis adentros. Qué patética. No me creía nada.

- Vale, espera. - Dijo Jesús, sin muchas ganas.

Dos segundos después,  se levantaron, y salieron del salón.
Yo, mientras, continué con el trabajo.

Diez minutos más tarde, ninguno de los dos había dado señales de vida. Yo ya había terminado mi parte, y estaba más que aburrida.

Mi móvil comenzó a vibrar, y pude leer “Soulmate ❤ llamando” en la pantalla.

Marta era una de mis mejores amigas. La había conocido por twitter, y ahora éramos inseparables.

Ojalá viviese más cerca,
pero los kilómetros no cambiaban nada de lo increíble de nuestra relación, y habíamos sido lo suficientemente afortunadas como para haber podido vernos en persona en varias ocasiones.
Ojalá pronto pudiésemos juntarnos, de nuevo.

- Mi amorrrrrrrrr. - medio chillé, nada más descolgar el teléfono.

- Cariño míiiiiio. ¿Cómo estás?. - respondieron del otro lado de la línea.

Me levanté, por pura inercia, y me dirigí hacia el baño. No sabía qué hacer, me habían dejado ahí sola, y pensé que un paseo por la casa tampoco me vendría mal.

No había pedido permiso para merodear por ahí, pero, dejar solo a un invitado también está muy feo, así que.

Iba hablando, tan tranquilamente, cuando me dio por subir la cabeza.

Jesús y Zaida estaban en (lo que supuse que era) la habitación de la misma.

Ambos estaban de lado respecto a la puerta, el uno frente al otro, por lo que no podían verme.

Y pegados, muuuy pegados.

No había rastro ni de despacho, ni de libros, por ningún sitio.

Parecía que estaban a punto de besarse.

Adoraba a Marta, pero llevaba unos segundos sin oírla, como si nuestra llamada no existiese, y cuando caí en la cuenta de que seguía con el teléfono en la oreja, parada en medio del pasillo, reaccioné.

Entré con rápidez al baño, y asomé la cabeza.

No es que me interesase lo que pasaba en la habitación del final del pasillo, pero... lo hacía.

En seguida me acordé de mi mejor amiga.

- Shh, Marta, espera un segundo. - Dije, intentando que nadie me oyese.

- ¿Qué?. -

- Shhh, ahora te cuento. -

Volví a fijarme, y pude ver como Jesús pasaba su mano desde la rodilla, hasta la parte de arriba del muslo de Zaida, con ganas.

Hombres.

Pronto, descubrí que podía oír su conversación desde donde estaba.

- Llevas todo el rato haciéndole más caso a la foca esa, que a mí. - Dijo Zaida.

Jesús tensó las mandíbulas, y separó bruscamente las manos de su cuerpo.

Ella aún seguía pegada a él.

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora