Capítulo veintisiete.

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- ¿Por qué tanto interés?. - Le pregunté, intentando no reírme.

Él desvió su mirada hacia el portátil, ya ha apagado, y parecía no saber qué responder.

- No es que me interese, pero es que sé que a él no le gustas, entonces es tontería... - dijo, unos segundos después.

- Vaya, gracias. - fingí sentirme ofendida.

Me miró levantando las cejas. - ¡No! No quiero decir que sea porque no eres guapa ni nada de eso, pero tampoco es plan de que te pilles, si no va a corresponderte. -

No pude evitar reírme levemente.

- Ya sé que no le gusto. Y él tampoco me gusta a mí, no sé qué perrera te ha dado con eso. -

- Es que, cualquiera lo diría... - dijo, levantando las cejas y frunciendo los labios, a modo de incredulidad.

- Hasta donde yo sé, los amigos también se abrazan, y se dan besos. Con Dani también estoy así todo el tiempo, ¿También piensas que me gusta?. -

- Pues... - contestó dudoso.

- JAJAJAJAJAJAJA ¿En serio lo piensas?. Madre mía, a ver si va a resultar que me gustan todos. -

- Cualquiera sabe. - Dijo, volviendo a mirarme.

- Mira, Jesús. - dije divertida, mientras agarraba su mano, y ponía la que tenía libre encima.

Él miró nuestras manos, pareció chocarle un poco, pero en seguida me miró a mí, con gracia.

- Mi futuro está escrito. Todos sabemos que voy a acabar en un convento de clausura, casada con Jesucristo, nuestro señor, y haciendo magdalenas, para poder venderlas... -

Se rió, echando la cabeza ligeramente hacia atrás.

- ¿Y eso, por qué?. -

- Porque no le he gustado a ningún chico, y, habiendo millones de chicas ahí fuera mejores que yo, dudo que vaya a gustarle a ninguno, nunca. Si me hago monja, tendré excusa, y todo será más fácil. -

Se me quedó mirando unos segundos, y ojalá hubiese podido saber en qué pensaba.

No sé si fue producto de mi imaginación, o si realmente sentí como sus dedos parecían acariciar levemente la palma de mi mano, antes de decirme:

- Tú eres tonta. - vaya, parecía que lo decía en serio.

- ¿Ves? Tonta también, lo tengo todo. - seguía con mi tono divertido, era gracioso ver su reacción.

- No sé por qué piensas así, pero sí, tonta sí eres. -

- Es lo que toca. Y ahora, vamos - dije, dándole una palmadita a su mano, la cual aún estaba cubierta por la mía - que ya nos estarán esperando.

Cogimos los abrigos y salimos de mi casa, dejamos el tema atrás, y estuvimos comentando el trabajo de inglés... la verdad es que no había quedado nada mal.

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- Chicos. - oí que Hugo nos llamaba, serio.

Habíamos acabado todos en casa de Olalla, repartidos entre los dos sofás del salón, y alguna que otra silla.
Cada uno estaba un poco a su rollo, hasta que Hugo llamó nuestra atención.

- ¿Qué pasa, tío?. - le dijo Dani.

Vi como Hugo miró fugazmente a Alfonso, quien le dedicó una pequeña sonrisa, animándole.

Espera... ¿Qué estaba pasando?.

- Quiero contaros una cosa. -

Yo miré a todos, que estaban igual de sorprendidos y expectantes que yo.

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora