Capítulo treinta y tres.

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No sé de qué me sorprendía.

No me gustaba meter a todo el mundo en el mismo saco, y sabía que no era justo, pero tener un hermano me había enseñado mucho.

A la gran mayoría de chicos les cuesta pensar con el cerebro, y estaba claro que Jesús no iba a ser menos.

No podía culparle, y eso me molestaba más aún.

Aunque a veces me confundía, nunca me había dado una señal clara de nada, pero, había tantas cosas que no entendía...

Algunas de sus reacciones, sus gestos... no tenían sentido.

Pero ahí estaba él, besándose con Bea, y no había nada que entender.

Le gustaba Bea, yo tenía que asumirlo, y fin.

Tampoco es que hubiese pensado alguna vez que pudiese llegar a gustarle, de todas formas.

Pero, que te lo restregasen en la cara, tampoco es que fuese de buen gusto.

Cuando conseguí tranquilizarme, después de haberme dado un paseo, y aún sintiéndome idiota, aparté los restos de llanto que quedaban en mi rostro, y me dirigí de nuevo a donde estaban mis amigos.

Necesitaba inventarme algo rápido.
Me había ido sin apenas dar explicaciones, y llevaba apartada del grupo más de veinte minutos, así que supuse que alguien me preguntaría - o eso esperaba. -.

Cuando estuve a unos metros de la colina en la que esperaba que siguiesen mis amigos, observé que dos de ellos se encontraban, en realidad, en un banco algo apartado.

Solo podía ver sus coronillas, pero sabía con certeza que se trataba de Dani y Marta.

Curiosa, me acerqué, y pude ver cómo él le apartaba un mechón de pelo de la cara.

Ella sonrió tímida, y levantó la mirada para cruzarse de frente con la de Dani.

Como si de un imán de tratase, poco a poco se fueron acercando, al mismo ritmo al que mi boca se iba abriendo, atónita ante la situación.

El siguiente paso era obvio, y me di prisa en sacar mi móvil y grabarlo todo cuando, por fin, se dieron su primer beso.

Debería trabajar de paparazzi.

Yo gritaba por dentro, y me olvidé del mundo por un momento - cosa que agradecí. -.

Estaba tan contenta por ellos.

Eran demasiado buenos, y se merecían... se lo merecían.

Decidí dejarles espacio, y me dispuse a subir la montañita.

Cuando llegué, todos se quedaron callados, mirándome.

Sonreí, y pensar en la escena que acababa de presenciar, ayudó a que pareciese natural, por lo que todos me creyeron.

- Estaba saludando a una amiga. - comenté rápido. Deberían darme un Óscar a la mejor mentira recién inventada del año. - ¿Qué hacéis?. - pregunté, echando un vistazo rápido a todos, menos al gemelo asqueroso y a su amiga.

Pude ver que las chicas se miraban entre sí, y dudé que me hubiesen creído, pero me negaba a dar más información, no era necesario.

- Pues nada, la verdad. Estamos pensando en ir a casa de Laura un rato, que se queda sola, ¿te apetece?. - me dijo Olalla.

- Por mí perfecto. - dije, mientras me dirigía al lado de David, que estaba dando golpecitos en el suelo, a su lado, para que me sentase junto a él, y así hice.

- ¿Estás bien?. - me preguntó en un susurro, cuando por fin estuve a su lado.

Asentí, intentando sonreír, y, cuando recordé lo que había pasado hacía un segundo, abrí la boca, emitiendo un pequeño gritito, y aplaudiendo sin hacer ruido - para que no se enterasen los otros, que estaban hablando de algo relacionado con las chuletas para el próximo examen de lengua, muy interesados. - y le conté a David, animada, que había visto a Dani y Marta besándose.

Se lo conté al oído, tapando mi boca con mi mano para que nadie se enterase. Si ellos querían hacerlo público, era su decisión, no la mía, pero sabía que a Marta no le importaría que lo hubiese compartido con su mejor amigo.

Noté como la mirada de Jesús me quemaba. No se molestaba en disimular, y quise reírme cuando noté como apretaba las mandíbulas cada vez que yo apoyaba una mano en la pierna de David y me acercaba a su oreja riendo, para seguir cotilleando.

Seguía sin tener ni idea del por qué de sus reacciones, pero tenía claro que me divertiría.

David y yo no parábamos de reírnos, muy emocionados por lo que había pasado entre nuestros amigos, y nos miramos cómplices cuando les vimos aparecer unos minutos más tarde.

Iban agarrados de la mano, aunque, bueno, en realidad Marta tenía su mano enrollada alrededor del meñique de Dani, y este acariciaba sus nudillos con suavidad, lo que resultaba adorable.

Levanté las cejas un par de veces cuando Marta buscó, preocupada, mi mirada, pero su gesto cambió a una mueca cuando me vio.

No caía en por qué yo estaba tan animada, y me iba a encargar de que lo supiese.

Le pedí que me contase todo de camino a casa de Laura, y, apartándonos un poco del grupo, así hizo.

- Me encanta, tía. - dijo, totalmente ilusionada.

- Dios, tía, estoy tan contenta. Cuenta. - A mí se me habían pasado todas las penas, la ocasión y las personas lo merecían, y moría por saberlo todo.

- Nada. Le he dicho que iba a buscarte, y me ha acompañado, pero, no te encontrábamos, y no sé cómo, hemos acabado sentados en el banco. Me ha dicho que te conocía, que necesitabas estar sola, y le he dicho que ya lo sabía, pero que estaba preocupada. -

- Ay, ay. Sigue. - insistí, cuando mi amiga paró un segundo a tomar aire.

- Voy. - dijo riendo. - Entonces, me ha agarrado la cara, y me ha dicho que no le gustaba verme preocupada. Yo ahí ya he muerto de amor, y, cuando me he querido dar cuenta, nos estábamos mirando, y... zasca. -

- AAAAHHHHH. Me mato, de verdad. Por favor, dios, qué bonito. - dije, exagerada, siendo muy yo.

- Shhhhhh. - dijo ella, mientras hacía un gesto con sus manos, indicándome que bajase la voz.

Le di un achuchón enorme mientras andábamos, lo que casi provocó que nos cayésemos de boca contra el suelo, y no podíamos parar de reírnos.

Así sí.

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Llevábamos un rato intentando ponernos de acuerdo en qué hacer, y yo empezaba a aburrirme.

Hasta que, Alfonso, como siempre, volvió a tener una de sus ideas brillantes.

- ¡Oye!. ¿Y si jugamos a verdad o atrevimiento?. La última vez estuvo divertido. - dijo, animado.

Juro que quise matarle en ese mismo momento.

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora