Capítulo diecinueve.

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Dos horas. Dos horas dando vueltas por un maldito Centro Comercial, y aún no había encontrado nada.

Vaya, debería haber supuesto que esto estaría patas arriba un primer domingo de mes.

Son las 12:30, ya no soporto ni a mi hermana, ni a mi madre, porque nada de lo que eligen me gusta, y, vale, quizá no debería descargar mi frustración en ellas, pero... lo estoy haciendo.

- Que no me grites, _____. - dijo mi madre, visiblemente enfadada. - Yo también estoy hasta las narices, y no tengo el cuerpo como para encima tener que aguantar tus tonterías. Vamos, entra en esa. - dijo, señalando a su derecha.

Entré a otra tienda, de mala gana, dándome por vencida, parecía que este supuesto día de compras no iba a dar ningún tipo de fruto.

- Mamá, dice Papá que en veinte minutos nos recoge. A ver si esta encuentra algo, porque está insoportable. - oí decir a mi hermana mayor.

- Eh, que te estoy oyendo. Pues ya sabes, mueve tu culito hacia aquí, y ayúdame, porque yo, sin mi personal shopper, no soy nadie. -

Mi hermana siempre me ayudaba con la ropa. Bueno, y con todo. Siempre que estuviese de buenas, claro. Ella ya se había comprado varias cosas, así que estaba de buen humor.

Las últimas tres tiendas parecieron oír mis plegarias, y salí del Centro Comercial con dos pantalones, un jersey, una camiseta, y un par de zapatos. Nada mal.

Obviamente, ya estaba de mucho mejor humor, tanto, que no quise matar a mi hermano nada más llegar casa, cuando le vi usando mis cascos.

- Héctor, te he dicho doscientas mil veces que no los cojas. Tú tienes los tuyos, y luego decís que soy yo la que lo rompe todo. Los próximos, me los compras tú. -

Vale, que no hubiese querido matarle, no quiere decir que no me hubiese cabreado... un poquito.

- _____, no seas egoísta, tú siempre andas cogiéndole cosas a él. - Le defendió mi padre, como siempre.

Me jode que se metan en conversaciones ajenas, y más cuando es para mentir.

Soy la tonta de turno que siempre pide permiso, y nunca me dejan nada. Ellos me cogen a mí lo que quieren, como si yo no pudiese quejarme por ello, sin ningún tipo de autorización.

- NO, y no vayas por ahí, porque eso es mentira. Le digo que me deje el ordenador cinco minutos, y ni de eso es capaz, así que no me toquéis los huevos. -

- Qué bien hablas -. Ale, ya estaba la que faltaba, metiendo cizaña.

Había que tener cuidado con mi hermana, nunca sabías de qué lado iba a ponerse.

Definitivamente, en esta, no estaba conmigo.

- Y tú no te metas, retrasada... -

- ¡Dios! Qué calentura de cabeza, de verdad. Callaros todos, y venir a comer, que es tardísimo y me quiero echar la siesta. Si es que no paro ni un minuto... - gritó mi madre desde la cocina.

Bueno, ya empezaba a relatar.

Decidí que comer rápido e irme a mi templo, sería lo mejor.

Me tumbé en el sofá, estaban dando 'Bridget Jones'. Me encantaba esa película.

Era triste, me sentía muy identificada con la protagonista. Tanto, que, en parte, había sido el personaje uno de los alicientes que necesité para empezar la dieta. Quizá debería agradecérselo al guionista.

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- ¿Sí? - dije, aún con los ojos medio cerrados.

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora