Capítulo treinta y uno.

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El viernes llegó mucho antes de que pudiese darme cuenta, y fue un alivio.

La semana había sido algo... complicada.

Cruzarme con Jesús y Bea cada dos por tres, no poder dar demasiadas explicaciones a mis amigos de por qué tantas caras largas, y el no saber controlar mis nuevos sentimientos, no me estaba resultando demasiado fácil.

Jesús había intentado hablar conmigo un par de veces, y sabía que sospechaba que algo no estaba bien, pero tenía suerte de ser buena inventando excusas, y siempre conseguía salirme con la mía y desviar el tema.

El viernes por la tarde, después de haber preparado todo en mi casa - que, por fin, se quedaba sola unas horas. - para darle una sorpresa a Marta, les pedí a los chicos que estuviesen allí cuando yo llegase con ella de la estación, y que por nada del mundo se lo contasen a Dani.

No fue fácil engañarle, pero conseguí que me acompañase.

- ¿Y por qué no te ha acompañado ninguna de las chicas?. - preguntó, mientras bajábamos del autobús que nos dejaba a apenas unos metros de la estación donde recogeríamos a Marta, a su madre, y a David.

Puse cara de ofendida.

- ¿Eso es todo lo que me quieres, que ni siquiera eres capaz de acompañarme cuando te lo pido?. Vale, gracias. - Me adelanté, dándole la espalda.

Tuve que contener una sonrisa.

- Anda, anda, pero si estoy aquí. - dijo, mientras pasaba un brazo por mis hombros y apoyaba su barbilla en mi cabeza. - Pero, no sé. Ya me podías llevar contigo a Granada el mes que viene. - le había dicho que me acompañase a comprar un supuesto billete para irme a Granada el mes siguiente, y, tuve que inventarme un rollo para convencerle de que no podía comprarlo por internet... no sé cómo pudo colar. - y así conozco a Martita. -

No le estaba viendo, pero podía notar cómo sonreía.

- Aaaaay pájaro. Cómo te gusta lo que te encanta. - ambos nos reímos, y por fin entramos en la estación.

- Oye. - llamó mi atención.

- Dime. - dije, mientras miraba a todo el mundo que me rodeaba.

Me encantaba la gente.

Ver nuevas caras, imaginarme sus historias. Es increíble que existan tantas personas, todas tan sumamente diferentes a otras, y que algunas nos crucemos en el camino.

¿Cuántas almas gemelas tendremos por ahí que nunca llegaremos a conocer?.

¿Cuántos amores desaprovechados podíamos llegar a tener ahí fuera?.

¿Cuántos compañeros de vida no podrían subirse a nuestro tren ni formar parte de nuestra historia? Cuando quizá son todo lo que necesitamos.

Salí rápido de mis pensamientos.

- ¿Te pasa algo con Jesús?. - rodé los ojos. Empezaba a cansarme del tema.

- No. ¿Por?. -

- No se lo digas, pero está algo rayado, y me ha pedido que saque información. - encogió los hombros.

- No, está todo bien. - me subí a las escaleras mecánicas, dándole otra vez la espalda a mi amigo. No quería mirarle y que adivinase que no todo estaba tan bien como quería hacerle creer.

- Si tú lo dices. - dijo, no muy convencido.

Estábamos muy cerca del lugar donde debíamos recoger a Marta, y yo estaba poniéndome de los nervios.

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora