Capítulo dieciocho.

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Salí de la habitación con el gesto más neutro que supe poner, pero no pude evitar tener que aguantar una carcajada cuando les vi a todos, expectantes, mirando hacia nuestra dirección, como esperando a que se hubiese hecho el milagro.

Jesús volvió a su sitio sin decir nada, yo me senté en el mío, y agaché la cabeza, esforzándome cada vez más por no reírme.

Levanté la mirada, y les miré a todos con las cejas levantadas.

- ¿A quién le toca?. - dije.

Ellos se miraron entre sí por un segundo, como si quisiesen saber con pelos y señales qué había pasado en los 10 minutos que mi ya-no-tan-enemigo y yo, nos habíamos pasado encerrados en esa habitación.

Pero me apetecía que sufrieran un poquito más.

Al ver que Jesús y yo no nos pronunciábamos al respecto, les dio apuro preguntar, y era evidente que a todos les estaba matando la curiosidad.

Por la forma en la que las chicas y Hugo me miraban, sabía que me tocaría exponerme a un intenso interrogatorio más tarde, pero, por alguna razón, me sentía demasiado bien como para que me importase.

Vi como Alfonso y Dani también analizaban con ahínco el rostro de Jesús, pero él sabía despistarles, fingiendo gran interés por una pequeña pelusa que acababa de encontrar en su jersey.

- A Dani, creo. - dijo Noa, visiblemente aburrida de la situación.

Dani volvió a colocarse bien en el sofá, y miraba fijamente al suelo mientras pensaba en su siguiente movimiento.

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- A ver, Alfonso, tienes que dejar que Hugo te maquille como peor sepa, y no puedes lavarte la cara hasta que llegues a tu casa. -

- Joder, macho, menudas ideas de mierda tienes. - bufó Alfonso.

- Eso te pasa por elegir "atrevimiento". Te aguantas. - contestó Dani.

- Noa, ¿Nos dejas tus pinturas?. - preguntó Hugo, demasiado sonriente para mi gusto.

- Sí, pero como se os ocurra gastarme, o romperme algo, lo pagáis. -

- Que sí, venga. - dijo Dani impaciente.

Mientras Hugo maquillaba (o le pintaba un Picasso, más bien) a Alfonso, observé el cuidado con el que lo hacía, y, quizá fuesen imaginaciones mías, pero Hugo parecía estar disfrutando demasiado el momento... interesante.

- Madre mía, Hugo, he visto cuadros peores que la obra que acabas de crearle a Alfonso en la cara. - dijo Laura, riéndose.

- La verdad es que no te sienta nada mal, Alfonsete. - dijo María, burlándose.

- Vosotras reíros, que ahora me toca a mí. - dijo Alfonso, y las dos cerraron la boca al segundo.

- Yo en breves me iré a casa. - comentó Olalla.

- Yo también, que ya es tarde. - dije, mientras dejaba pasar a Hugo, que vino a sentarse a mi lado.

- Venga, terminamos esta ronda y ya nos vamos. - dijo Dani.

Era increíble lo mucho que le gustaba este juego, tampoco era para tanto... ¿No?.

Cuando Hugo se sentó a mi lado, le miré fijamente, sonriendo, y levantando las cejas.

Él se acercó aún más a mi rostro, medio sonriendo, sin saber por qué yo estaba actuando así.

- ¿Qué pasa? - dijo a pocos milímetros de mi cara.

«Acércate porque te odio.» - Jesús y Tú - GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora