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En una de nuestras tantas reuniones de estudio, recuerdo que ese día no llevabas el pelo recogido como siempre. Tu cabello caoba caía un poco desordenado sobre tus hombros, tapando un poco tu rostro.

Te mostraste distante, callada, yo sólo me digné a sacar mis libros y arreglar los apuntes de nuestro trabajo de investigación.

En la biblioteca de la universidad, en una mesa retirada de todos te hiciste, yo te seguí y en silencio empecé a escribir unas partituras de una composición que tenía en mente, esperando que dijeras algo o que me regañaras por andar en otro cuento.

En vez de eso te escuché suspirar afligida, traté de no prestarte atención pero era imposible; estabas llorando. 

El último adiós ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora