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Fue difícil adaptarme, no porque me sintiera culpable de todo lo que pasó, sino por la gente. La envidia siempre estaba al acecho.

Formalizamos nuestra relación y a más de uno no le pareció, pero tú eras feliz conmigo y yo igual, ¡que se vaya al diablo lo demás!

Fuimos adictos el uno al otro, después de la primera vez, nuestros encuentros se volvían inesperados y llenos de lujuria. Ver tu cuerpo arquearse, tu boca probar mi piel y tus manos tocando cada espacio de mi ser.

Y lo sorprendente de todo es que tú eras quien me motivaba. No sé qué veías en mí pero agradecía tenerte conmigo, deleitándome contigo.

El último adiós ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora