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No hay peor ausencia que la de una persona que ves cada día y no la puedes abrazar, sentir o frecuentar. Esa es la peor de todas.

Tener que verte todos los días y darme por vencido, convencerme que tú y yo no podíamos estar juntos, que tus padres jamás me verían como lo mejor para ti. No quería sentirme culpable después, de que por mi culpa te alejaras de ellos, quería verte feliz pero no conmigo, merecías alguien más capaz, mejor que yo, que luchara por ti.

Cada que nos veíamos sentía la tensión, sentía como te costaba sostenerme la mirada.

Al fin de cuentas hay un nuevo día, un nuevo mañana, un nuevo comenzar, y tú lo lograste, saliste adelante luego de tanto, volviste a sonreír, pero yo no era el causante de tu alegría.

El último adiós ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora