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Esa noche caminando hacia mi casa, veía hacia el cielo mientras mis manos palpaban de vez en cuando mis labios; no lo creía.

Hubo dos o tres veces que cerré los ojos fuertemente y los volví a abrir, percatándome que era verdad lo que sucedía. Esa sonrisa idiota que se queda pegada en tu rostro y no se va sino hasta que te duermes, esa sonrisa era la que adornaba el mío esa noche.

Esperaba que al llegar al día no fuera todo mentira, que al llegar el alba me correspondieras igual, esperaba que tenerte conmigo jamás acabara.

Me tenías a tu merced y no supe cómo o en qué momento pasó. Mi madre solía decir que el amor llegaba cuando menos lo esperabas y de la persona que menos crees, y a mí me sucedió.

Sólo quedaba una pregunta en mi cabeza esa noche, una que me dejó en vigilia; ¿qué viste en mí?

El último adiós ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora