18. El golem de dos cabezas (d) humano

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El Golem seguía siendo una mole de piedra y ahora David estaba solo contra él.

Preocupado por su propia seguridad, David saltó hacia atrás para alejarse de sus poderosos brazos de piedra.

¿Qué haría ahora? La opción más inteligente era una que ya había probado antes, así que repitió su mejor truco.

Imaginó que su espada se alargaba y se dirigía al tobillo del Golem, que corría pesadamente hacia él. Sonó un "clank" y la espada rebotó, incapaz de desestabilizar el duro tobillo del monstruo. En ese momento, el Golem ya estaba justo sobre él.

—¡MUEREEE!

Saltó pesadamente sobre David y descendió apuntando con sus gruesos puños. David trajo de regreso su espada y entonces, todo lo que sucedió fue confuso.

Había apuntado con su espada hacia arriba justo antes de que el monstruo lo atacara y, consecuencia de eso, el enemigo había quedado empalado sobre esta. La fuerza de su propio peso había hundido la navaja justo en su corazón.

—¡AAAAGGGG! —gritó David; sentía que su mano se partía en pedazos.

Desesperado, se concentró en la espada e imaginó toda la energía destructiva que pudo, ascendiendo por la cuchilla hacia el Golem, que se retorcía de dolor mientras su cuerpo descendía amenazando con aplastarlo...

Para David, fue como si una bomba hubiera estallado en su cara, como si estuviera nuevamente dentro del automóvil de su tía recibiendo un golpe que sacudía el universo que se llenaba de fuego y explotaba en tinieblas y chispas de todos los colores. Cerró los ojos con fuerza y pensó con fuerza en que una burbuja protectora rodeaba todo su cuerpo.

Y repentinamente el ruido cesó. David abrió los ojos mientras su burbuja se partía y quedaba inevitablemente enterrado bajo una tonelada de gelatinoso líquido verde y púrpura.

Rick se había levantado. La habitación ahora alumbraba en una luz fresca y cálida, como los rayos de sol de la mañana.

Todo había terminado.

David salió de la pila arrastrándose trabajosamente, desagradablemente cubierto de gelatina de colores.

—¡Ugh! ¡Maldición! ¡Qué asco! —se quejó mientras guardaba una pequeña llave de plata en su bolsillo—. ¡Joder! ¡Al menos dime que ya se acabó!

Rick rió.

—Ya se acabó. Lo derrotaste.

David retiró gelatina de sus ojos y su rostro, pero no era suficiente: se sentía pegajoso y fatal. Ser un héroe no era algo tan digno como le hubiera gustado.

—¡Ey! —Rick estaba enérgico—. No me había sentido tan bien desde que era niño. Soy... soy yo otra vez. Es como si hubiera estado dormido por varios años y hoy hubiera despertado. ¿Cómo puedo darte las gracias?

—Quizás deberías prestarme la regadera, una toalla y ropa limpia.

Rick rió de nuevo y apuntó con la mano hacia el pasillo. Algo era diferente en él ahora pero David no hubiera podido saber qué era. No dijo nada al respecto. Simplemente siguió las indicaciones de Rick. Salió al pasillo y avanzó hasta una de las puertas.

David salió de la habitación y avanzó por el pasillo hasta llegar a una suntuosa sala de mármol adornada con grandes bustos de piedra, en la cual había varias piscinas y también un impresionante jacuzzi con regaderas doradas. Entró y cerró la puerta.

Abrió la llave del lavamanos y vio cómo descendía el agua, tan fresca y tan libre. De todo lo que había visto esa noche, lo que David encontró más mágico, más surrealista y más inesperado fue ese chorro de agua. ¿Sería agua de verdad?

los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora