Había pasado tiempo desde que David se había marchado de la Casa de Gart. Todos los días, Lori preguntaba a Filideus por qué lo había dejado ir. El Señor siempre respondía lo mismo:
—Tenía derecho a marcharse. No podíamos actuar contra su voluntad humana.
Lori extrañaba la compañía de David, pero Filideus insistía en que lo único que se podía hacer de momento era dejarlo a su suerte. A veces era necesario hacer lo más difícil si era lo mejor (decía él) y sin duda alguna lo más conveniente para David en ese momento era estar en la Metrópolis, así quizás descubriría el secreto que él no podía revelarle y que apenas había podido sugerir en la Torre Oscura del Sur.
Era peligroso pero no había otra manera; David tenía que desentrañar aquel oscuro secreto por su propia cuenta. Así tuviera que estar a merced del enemigo, arriesgando su vida cada día. No había otra opción.
David no podía vivir en este mundo sin saberlo, pero Filideus no hubiera podido revelárselo. Si le contaba la verdad, lo más seguro es que esa cosa se manifestaría y enloquecería en el lugar, convocada por la propia mente del muchacho que no estaba preparado.
Aun así, Filideus ya había escuchado los rumores de boca de algunos de sus muchos aliados en la Metrópolis: sabía que David era conocido entre los Somnostigios como el Ladrón de Llaves, un misterioso salvador que entraba sigilosamente a las casas de los humanos para traer libertad.
El destino era una fuerza muy extraña.
Todo sucedía en el momento correcto.
David había caído en este mundo por error y se había marchado de la Casa de Gart sin que nadie le dijera nada sobre su destino; había tenido un fragmento del Papiro de Zion en sus manos pero no lo había leído. Así, ahora estaba tomando sus decisiones, avanzando y luchando a su manera, formando su propio camino y, sin siquiera saberlo, estaba convirtiéndose paso a paso en la persona que los antiguos videntes habían vaticinado mil años atrás.
Esa persona. Aquel que conseguiría finalmente la paz.
Filideus creía en David y por eso no había dudado en dejarlo marchar de la Casa de Gart. Creía en él, pero no estaba dispuesto a abandonarlo. Por eso le había dado un arma, por eso se había asegurado de que el espíritu de Koru lo acompañara en secreto y por eso había decidido convocar a un viejo aliado, para enviarlo en su ayuda.
Tasmel estaba allí, junto a él.
—Han pasado muchos años desde la última vez que estuve en este mundo —comentó. Era un muchacho joven y moreno, de cabello oscuro y puntiagudo. Estaba vestido de blanco; usaba un pantalón y una camiseta de manga larga con un diseño vagamente indígena que junto a su collar de piedras de colores le daba un cierto aire New Age.
—Lo sé. Debe ser extraño para ti estar de regreso en este lugar, donde viviste tantas cosas, hace tanto tiempo.
Tasmel se recostó en la pared.
—Durante los primeros años después de mi muerte, solía comunicarme con mi hermano pequeño en el Mundo Espiritual, pero el contacto directo con él cada vez se hizo menos frecuente.
Filideus sonrió.
—Creo que ya lo sabes. No les es permitido a las Almas Desencarnadas interactuar más de la cuenta con los seres vivos que aún habitan en el Plano de la Ilusión de los Sentidos.
Tasmel miró sus propias manos.
—El Mundo Físico es un lugar denso, incluso aquí puedo sentirlo gracias a la cercanía que este plano tiene con él. Aun así, siempre supe que volvería algún día aquí, o quizás al Mundo Espiritual; es por eso que mi alma prefirió esperar y aún no he atravesado el umbral que da al siguiente plano. Sabía que algún día tendría que volver.
Filideus miró fijamente al muchacho.
—Y yo necesito la ayuda de alguien tan cuidadoso como tú, justo ahora.
Hubo una pausa. Tasmel le devolvió la mirada a Filideus.
—¿Ha llegado aquel tiempo? No me digas que...
—No. Aún falta un poco, pero debemos aprovechar el tiempo que nos queda y hacer lo que podamos. Si no hacemos algo ahora, no habrá salvación.
—¿Quiere decir que...? —Tasmel no terminó.
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los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018
FantasyAquel día David estaba cumpliendo diecisiete años. Todo lo que esperaba de la vida era graduarse del colegio, salir con sus amigos y conquistar a Ruth, la chica de sus sueños; él nunca hubiera imaginado que esa noche sufriría un accidente y quedaría...