13. Invisibilidad (a) cara

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Quería volver a la Casa de Gart, pero una vez había salido de la casa del niño, David no tenía una idea clara de dónde había venido para llegar aquí. No quería volar, así que caminó varias cuadras aleatoriamente, sin un rumbo fijo.

Emprendió un vuelo lento y poco decidido mientras contemplaba las casas debajo de él, una por una, para ver si encontraba alguna señal. El problema era que todas las casas eran tan impresionantes que todas llamaban la atención y enviaban una decena de sensaciones y sentimientos a su mente y corazón, y eso lo distraía todavía más.

De repente, hubo un destello en el cielo, pero cuando David ubicó sus ojos en el lugar, la luz había cambiado de dirección: descendía y avanzaba rápidamente hacia la derecha.

Nervioso, siguió la luz con la mirada ubicándola detrás de un poste de luz metálico cargado de fuego verde. Estaba a pocas cuadras así que David avanzó cautelosamente hacia el lugar y se encontró con que el poste era parte de una de las elegantes plazoletas de la Metrópolis.

¡Maldita sea! ¿Qué era esa luz? ¿Alguien lo había encontrado? ¿Quién? ¿Era buen momento para huir?

Antes de que David pudiera responderse estas preguntas, la luz se comunicó con él: tomó la figura de una flecha que apuntaba hacia justo por encima de su hombro.

Sobresaltado, David giró la cabeza y se encontró con una gigantesca nube negra que flotaba lentamente en su dirección desde varias cuadras a lo lejos. Miró la luz nuevamente. Esta soltó un débil destello.

David entendió el mensaje: Voló rápidamente hacia la luz y descendió para esconderse justo detrás del poste.

La nube negra llegó en poco tiempo al espacio aéreo de la plazoleta. Se movía mucho más rápido de lo que David había pensado...

De hecho, no era una nube en absoluto, sino una concentración de humo negro conformada por numerosos demonios cuyas formas se hacían difusas.

Había Negates y Sadokas, pero no solo eso. La mayoría eran criaturas que David jamás había visto: todas miraban en torno, hacia un lado y hacia otro, como si estuvieran buscando algo, o a alguien.

Estaban buscándolo a él. ¡Se había salvado por los pelos!

—¿Quién eres? —susurró David, apenas emitiendo sonido alguno. No hubo respuesta alguna. La luz había desaparecido.

La nube descendió y aterrizó en el antiguo suelo de roca de rio. El corazón de David saltó con violencia.

Una docena de Somnostigios se desprendieron de la nube, apresurándose a buscar exhaustivamente, levitando por entre las casas, sillas, mesas y postes de acero. David contuvo la respiración. No podía permitir que lo escucharan respirar.

Una figura humanoide caminó lentamente desde la concentración de tinieblas. Tenía un aspecto mucho más peligroso que los Somnostigios normales.

Su piel era rojiza y su cabeza portaba una corona adornada con lo que parecían dos ojos sin pupila. Sus hombros estaban cubiertos por bloques dorados de casi un metro de alto, con letras extrañas grabadas sobre ellos.

David tenía miedo. ¡Iban a encontrarlo! Los demás eran Somnostigios comunes y corrientes, pero el de la corona seguramente era un demonio de alta categoría, como Hypnofobe o Phantophobia.

Los Somnostigios escudriñaban cada rincón de la plazoleta, sin embargo, el de la corona no se movía, sino que miraba pensativamente a un lado y al otro.

Tras un angustiante minuto, el Somnostigio fijó la mirada en el poste y forjó una macabra sonrisa.

Entonces caminó lentamente hacia el poste. David no sabía qué hacer, sin embargo, se le ocurrió pensar que quizás la persona que le había avisado dónde esconderse aún estaba allí para darle otra instrucción.

No se equivocó, pues un destello de luz apareció detrás de una silla. David comprendió que debía volar hasta allí. El problema era hacerlo sin ser visto.

Tuvo una idea. Cerró los ojos e imaginó que desaparecía y aparecía en el otro lugar. Cuando abrió los ojos, estaba acurrucado detrás de la silla.

¡Se había salvado! Los Somnostigios ya habían buscado ahí, así que seguramente no se molestarían en revisar de nuevo.

—Peculiar... como todo lo referente a nuestro amable visitante —comentó el sujeto de la corona para sí mismo, mirando el poste con desconfianza. David lo miró y entonces, el Somnostigio dirigió su mirada a la silla.

Los Negates y demás criaturas se dirigieron hacia él.

—Los rastros de una energía tan noble e inocente no pueden ocultarse con tanta facilidad, pues no se mezclan con las tinieblas —murmuró. Su voz era un seco susurro.

David no supo qué pasó. Simplemente escuchó un ruido sordo y, repentinamente, una voz llegó a sus oídos desde atrás. Sus pulmones se quedaron sin aire.

—¿Ibas a alguna parte? —preguntó el Somnostigio y sonrió con desinterés, desde justo detrás de la silla bajo la que David se escondía.

los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora