18. El golem de dos cabezas de dragón (b) sonido

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David gritó. Sin embargo, su grito fue ahogado por un sonido crujiente. La cabeza verde de dragón se removía incómodamente en su lugar mientras su boca masticaba los pedazos de una silla de madera que habían caído desde su frente. Rick había lanzado la silla.

—¡No!... matar a otra persona es demasiado. ¡Para ya! —dijo desde el otro lado de la habitación.

El monstruo no recibió el menor daño. Soltó una áspera carcajada:

—No hay salvación para alguien como tú. Ahora involucraste a otra persona que morirá por tu culpa —soltó el monstruo ante el horror de Rick—. Me atacaste y por eso te castigaré condenando a este pobre inocente, absorbiendo su alma y haciendo que descienda a una forma peor que la muerte. Y tú cargarás con el peso del destino de esta pobre alma desafortunada por el resto de la eternidad.

Rick se contrajo de miedo y culpa. Cayó de rodillas y tembló como un niño pequeño. David apretó los puños.

"No hay salvación para alguien como tú."

David sabía exactamente lo que Rick había sentido al escuchar esas palabras. Nada era más desolador que eso.

"Ahora involucraste a otra persona que morirá por tu culpa. Y tú cargarás con el peso del destino de esta pobre alma desafortunada por el resto de la eternidad."

Eso había sido demasiado. David no podía soportar tanta crueldad.

Respondió en un furioso grito:

—¡YO NO MORIRÉ POR SU CULPA! ¡TÚ MORIRÁS POR LA MÍA!

Apuntó fijamente al gigante con sus ojos y puso a trabajar su mente.

Cerró los ojos e imaginó una larga hilera de cañones de acero; eran luminosos, evanescentes, mucho más elegantes y extraños de lo que los había imaginado: eran largos y estaban adornados por largas hileras de oro y plata que dibujaban figuras y letras sobre el plateado metal. Contrastaban la escena como artefactos traídos desde el otro mundo o de un plano superior para el fusilamiento del despiadado demonio. Este ladeó las cabezas, como si no esperara o no creyera en la repentina aparición que se presentaba ante sus delgados ojos de serpiente.

Rick arrugaba los parpados, como si no pudiera acomodar correctamente sus ojos para la visión de tales cañones. Los cañones apuntaron directamente al Golem.

—¿COMERME? ¡MEJOR CÓMETE ESTO!

Hubo un ruidoso chillido que iluminó toda la escena y estremeció los cimientos de la gran mansión. Una docena de esferas de luz se precipitaron hacia el Golem, dibujando extraños arcos en el aire antes de aterrizar en su objetivo, una detrás de otra.

Rick contemplaba la escena como si jamás hubiera imaginado algo semejante, o como si hubiera esperado demasiado ese momento como para ser capaz de creerlo ahora. lo embargaba.

El Golem cayó al suelo de espaldas mientras más y más balas caían sobre él. No tenía escapatoria.

Los cañones dispararon por última vez cada uno y luego desaparecieron. Entonces David se percató de que había hecho un tremendo esfuerzo mental y, mientras contemplaba las esferas caer sobre el Golem, sintió que sus fuerzas lo abandonaban y estuvo a punto de caer sobre su rodilla, pero alguien se lo impidió.

—Tú me despertaste —le dijo Rick, mientras lo sostenía y lo ayudaba a ponerse de nuevo en pie—. No sé quién o qué eres, no sé de dónde vienes, pero ahora lo veo con claridad. No te dejaré caer.

—Gracias. Pero yo no soy...

—No tienes que decirme quién eres. Creo que ya lo adiviné.

David se sobresaltó. Sintió de repente mucho frío en su estómago.

—No entiendo. ¿Qué intentas...?

Pero sus palabras se perdieron en el sonido de un furioso rugido.

El monstruo rió entre dientes mientras se levantaba del suelo.

—¡Es imposible que yo sea derrotado! ¡Mis raíces están dentro de ti! ¡Soy el monstruo más temible de la Orden de la Imposibilidad! ¡Mi poder maligno es un derivado de la Primera Maldición que existió! ¿Lo saben? ¡Mi poder proviene directamente del Sello del Génesis! ¡Desciende de ÉL!

Los dos chicos lo miraron mientras caminaba pesadamente hacia ellos. David apretó los dientes y los puños: necesitaba sacar más energía de sí mismo.

Pero el Golem no lo miraba a él: miraba a Rick.

—¡Tú NUNCA serás salvado! —bramó, y tomó aire para respirar su fuego sobre él.

David intentó interponerse pero de repente sintió que una pared lo golpeaba de costado y lo arrojaba a lo lejos como un trapo. La enorme mano del gigante lo había apartado tan fácilmente como a una mosca.

Desde el otro lado de la habitación, David escuchó el grito de Rick, que sufría el insoportable sonido de las llamas verdes.

Sssssssssss... sssssssssssss...

Las llamas no sonaban como fuego, más bien recordaban a un radiotransmisor encendido que no lograba sintonizar.

David notó que ese sonido era muy diferente a la voz de su interior. El sonido resultaba casi superficial, como si se tratara de un verdadero radiotransmisor. Lo pensó: ¿cómo alcanzaban esas llamas su mente o sus emociones? ¿Cómo lograban invadirlo? ¿Por qué ahora, al verlas desde lejos, tenía la sensación de que el fuego estaba hecho de sonido?

Entonces, tuvo una idea brillante. Tras levantarse, imaginó su reproductor de música y se puso los audífonos. Buscó entre su biblioteca y eligió una banda de punk-rock, y luego el track más ruidoso en el que pudo pensar.

Rick se retorcía entre las llamas cuando David cayó violentamente sobre la nuca de cada una de la cabezas. La cabeza verde volteó a ver para recibir un chorro de chispas dentro de su boca.

—¿Qué...? ¿Cómo fue que...? —preguntó Rick, confundido, mirando hacia todas partes como si no supiera qué estaba pasando. Su cuerpo estaba helado y temblaba.

—¡Rápido! —gritó David, que no alcanzaba a escucharlo porque la música sonando en sus oídos no se lo permitía—. ¡Cubre tus oídos!

—¿Cómo?

David no tuvo tiempo de explicar su idea porque el Golem ya se había levantado y corría hacia ellos, escupiendo chorros de fuego.

En lugar de evadirlos, David transformó su brazo en una espada.

Aunque su cuerpo entraba en contacto con las llamas púrpura, el único sonido que llegaba a su cerebro era un murmullo vago e incierto, pues la música punk-rock estaba llena de energía y ruido, y no le hubiera permitido escuchar un megáfono a dos metros de distancia.

El Golem entró en pánico al ver a David a unos palmos de su boca púrpura, apuntando con su arma, listo para cortarlo...

Desesperado, el Golem soltó un chorro de fuego de ambos colores sobre David, que retrocedió por la fuerza del ataque pero no se retorció de dolor o agonía: sus audífonos lo protegían.

David atacó y hubo un gran estruendo. El Golem cayó al suelo y levantó una nube de polvo con su caída. Rick celebró en su lugar, mientras que David se quedó quieto donde estaba, percibiendo la ira del monstruo elevarse como una columna invisible...


los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora