17. Tormento o condenación (b) verde y púrpura

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Llegó a una puerta de madera enarbolada con formas plateadas. Un poster con un dragón adornaba la entrada. Estaba entrecerrada.

—¿Por qué no podía ser normal? Todos lo ignoran... ¿por qué justo yo tengo que pensar? Estoy enloqueciendo... no quiero enloquecer... no...

Cuando David entró, se encontró con un cuarto que al igual que el de Alejandro o el de Johnny, era tan grande como una cancha de baloncesto y tan alto como una iglesia, como era de esperarse de las habitaciones de las portentosas mansiones de la Metrópolis.

Había cámaras de video, micrófonos, spotlights y equipos de grabación puestos estratégicamente por toda la habitación. Fuera del alcance de todos ellos había una gran cama de madera, en la que había un joven sollozando.

—Hola —saludó David con tranquilidad—. ¿Te puedo ayudar en algo?

El dueño de la alcoba se levantó de su cama y se volvió hacia David con los ojos entrecerrados y una expresión fría en su rostro.

Tendría unos 25 años. Sus ojos eran rasgados.

—Mejor aléjate. Si te quedas podría sufrir un ataque sicótico y me tornaría muy peligroso, qué raro... ¿no te lo advirtieron todas las personas que me conocen? —respondió con sarcasmo.

—¿eh? —David no esperaba esa respuesta, aunque ya estaba empezando a acostumbrarse a las raras y/o melodramáticas respuestas de los habitantes humanos de la Metrópolis.

—Disculpa, no te había visto por aquí y ya te confesé mi peor secreto. Anda, puedes reírte, seguirme la corriente o huir aterrorizado.

—No creo que lo haga —respondió David—; porque aún no termina de quedarme claro lo que dijiste.

—Mejor olvídalo —dijo el otro muchacho—. Soy Rick, ¿y tú? estoy dormido, así que... ¿eres alguna especie de ángel o alguna otra clase de criatura loca de este extraño lugar?

—Dejémoslo en criatura loca —respondió David, que no le gustó la idea de que una vez más lo llamaran ángel—. Me llamo David.

—Pues bien, David, ¿eres una criatura benéfica o maléfica? Si vas a transformarte en algo horrible hazlo ya, necesito madrugar mañana y no tengo demasiados deseos de pelear o lidiar con tus juegos, así que apresuremos las cosas.

—No puedo transformarme —dijo David—. Soy una criatura benéfica. Bueno, no soy una criatura como tal, soy humano, pero... ¿eso quiere decir que has peleado contra los Somnostigios?

—¿Contra qué?

—Los demonios.

—Solía defenderme de él. De ese temible demonio.

—¿Por qué dejaste de hacerlo?

—Es una larga historia y preferiría no-no h-hablar de eso.

Rick se estremeció y la casa se estremeció con él.

—Ahora, ¡vete de aquí! —dijo débilmente.

—¿Qué está sucediendo? —exclamó David, mientras daba un paso hacia atrás.

—¡QUE TE VAYAS! ¡En la vida real es una maldición y una tortura, pero aquí es un monstruo!

David se quedó pasmado. Rick se sujetaba con fuerza la cabeza y apretaba los dientes como si estuviera resistiendo algo que intentaba salir por sus ojos, que estaban abiertos de un modo espantoso. Sin embargo, la fuerza que se estaba ejerciendo sobre él, pareció disminuir hasta que se detuvo del todo. Rick cayó sobre su cama, muy cansado.

los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora